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VÍCTOR CORCOBA HERRERO ESCRITOR
León

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SE DICE, se comenta, y hasta se presume, que tenemos las más efectivas leyes. Pues ya que sea, que se vea. Luego resulta que no se pueden llevar a la realidad. Se quedan en el papel. Unas incumplidas y otras aletargadas, por la falta de dotación económica y escasez de medios para su desarrollo real. Que se lo digan a las víctimas de violencia doméstica. Cuando acuden a pedir ayuda se quedan más solas que la una, a pesar de tantas solidaridades. O a esa sociedad que todavía se cree lo de la reinserción social. Teníamos entendido que las normas se hacen para acatarlas, de lo contrario carece de sentido su legislación; puesto que toda ley impone de manera primaria el deber jurídico de cumplimiento o de observancia de la prevención o prevenciones establecidas por ella. Si ese deber no se cumple, deben desencadenarse una serie de consecuencias mediante las cuales debe tratarse por todos los medios de reprobar la conducta antijurídica y de condena. Afrontar los problemas de violencias y violaciones, tan de moda hoy, o cualquier otro tipo de conductas antijurídicas, dando la callada por respuesta o desde la demagogia fácil y sin aceptar las cargas que conlleva la responsabilidad de gobernar, no es de justicia. Aparte de la alarma social que genera, por la pasividad de las acciones políticas, habría que dar un paso más y poner coto a tantos desajustes sanguinarios. Son inhumanas las lidias televisivas de los personajes mediáticos. Altaneras y crueles las actitudes de colegiales que le plantan cara a sus docentes. Los divertimentos brutales se fomentan hasta la saciedad. Las manos de los fanáticos no tienen límites. Eso es lo que se ve y también se sufre. Los dirigentes de poderes y políticas, tendrían que pensar más en el bien común que en el suyo y en el de sus amigotes; y en el futuro de la sociedad, sobre todo la de aquellas personas que viven en la marginalidad. Lo violento de tantos desórdenes está en no poner orden y pasar de ordenar el caos. Opino que es una irresponsabilidad, por parte de quien ha elegido voluntariamente actuar como servidor de la sociedad, cerrar por vacaciones, cuando se han dejado deberes sin hacer o los derechos se incumplen. En política hay que estar en guardia y guardarse ociosidades para otros momentos de menor compromiso social. Atención a lo que dice el refranero: La ociosidad es la madre de la vida padre. Si el panorama es de un cataclismo total -hecho reconocido por algunos políticos-, lo más sensato es ponerse a trabajar. Si es preciso, a destajo. No hay otra forma de atajar las ruinas. Y si el derecho no puede y no debe cubrir todo el ámbito de la convivencia, ahí está el sentido común, o la ley moral, que debe respetarse y hacerse respetar. Lo que no es de recibo es caminar contra natura y atizar juegos peligrosos, restar libertades democráticas, legislar por legislar y sonreír la gracia a todo el mundo, uniformar pluralismo y avivar bandos contrapuestos. Entiendo la urgente necesidad de gobiernos que nos pacifiquen y apacigüen, nos den estabilidad y seguridad. Los hechos cantan por sí solos. Ya no estamos seguros ni en casa. Ahí está ese crecimiento espectacular del sector de la seguridad privada hasta en edificios públicos. Todos bajo vigilancia pasiva, porque la casta de brutos y brutalidades se ha enquistado en todas las plazas, hogares y demás rincones celestiales. Al parecer, los datos tampoco son halagüeños. El incremento está asegurado, por el efecto recibidor de la manga ancha, sin control alguno, de tantos potenciales delincuentes que se han españolizado. Ante tantos suplicios, lo de quedar con el ombligo al sol, viéndolas pasar, sin hacer nada, es ciertamente un mal presagio. A mí me lo parece.

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