Diario de León
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RAMÓN PI
León

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EL MINISTRO español de Asuntos Exteriores, señor Moratinos, se ha dado una vuelta por los Juegos Olímpicos de Atenas, y ha hablado. La nube de fotógrafos estaba allí, los sagaces reporteros estaban magnetófono en ristre, las cámaras rivalizaban por obtener el mejor plano del estadista. Y entonces, el señor Moratinos ha lamentado que en Irak no se haya respetado la tregua olímpica, como se hacía hace veinticuatro siglos. En Irak ahora se matan entre musulmanes, el Gobierno iraquí pide a los Gobiernos occidentales que no se vayan de allí, porque la alternativa a su presencia en Irak sería un régimen despótico o una guerra civil. Y el señor Moratinos, embebido en el espíritu olímpico, ha rememorado aquellos tiempos en que las guerras se establecían en un campo de batalla, a día y hora fijados; en aquellos tiempos, no se fijaban día y hora para combatir, y las hostilidades se reanudaban una vez terminados. ¿Por qué los terroristas son tan malos, tan malos, que no se comunican con sus víctimas para tranquilizarlas mientras se juega al voley playa? Las cancillerías de todo el orbe deberían tomar ejemplo de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, y comprender el fondo de su mensaje, que no se refiere sólo a pactar la tregua olímpica, sino que va mucho más allá: como ahora hay otros muchos encuentros deportivos de alcance planetario, lo mismo podría hacerse en los mundiales de fútbol, y a lo largo de la temporada de golf de la PGA, que cuenta con jugadores de todo el mundo, como también sucede en la temporada de la ATP tenística, y durante toda la Copa Davis, y la Copa América de vela. Y así, con un poco de suertecilla, quizás podría establecerse un calendario ininterrumpido de acontecimientos deportivos, que acabarían con las guerras por siempre jamás, amén. Moratinos, mon amour.

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