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TARDÓ Mariano Rajoy en incorporarse a la pelea política. Se comprende su pereza, porque le espera la preparación de un congreso del PP que, si no difícil, sí será, al menos, pródigo en tensos equilibrios. Ahí tenemos, sin ir más lejos, y hablando de tensiones, a Rajoy apoyando de manera «incondicional» la pretensión de Fraga de presentarse nuevamente a las elecciones autonómicas gallegas, un Fraga cuya decadencia física era patente de nuevo el pasado sábado, en Pontevedra, donde el líder de la oposición pareció comenzar a desperezarse con una andanada muy dura contra la política territorial de Zapatero. Supongo que Mariano Rajoy, a quien en el PP llaman «el hombre tranquilo» (quizá demasiado tranquilo en ocasiones), habrá aprovechado el verano cerca de La Toja para hablar mucho por teléfono y preparar alguna sorpresa para el curso político. Dicen que su aproximación a Convergencia i Unió es un hecho y que podrían ambos formar un frente parlamentario en el nuevo período de sesiones; es decir, que PP y grupo catalán serán los opositores a los Presupuestos para 2005 que, bastante trabajosamente, elaboran Pedro Solbes y su equipo, no siempre contando con la ayuda de todos los ministerios. El caso es que los viajeros a Galicia este verano, los escasos dirigentes del PP que le han visto, dicen que «Mariano no ha perdido la sonrisa». Y que está empeñado en hablar cuanto antes con Zapatero, «un poco de todo»: de las reformas constitucional y de los estatutos de autonomía, del Plan Ibarretxe, de Europa, de la inmigración. De los propios Presupuestos. De qué pasa aquí si, Dios no lo quiera, Bush vuelve a ganar las elecciones norteamericanas. Hay mucho temario sobre la mesa ante este curso que se acerca bronco y difícil. María Teresa Fernández de la Vega dijo que ZP recibirá a Rajoy en cuanto él lo solicite; desde luego, el estilo del presidente no es el de su antecesor, Aznar, que mantuvo las puertas de La Moncloa cerradas para casi todos. Dicen que Rajoy pedirá esta misma semana que ahora comienza la entrevista con Aznar. Antes del congreso del PP. Mucho se puede esperar del encuentro entre dos políticos que se caracterizan por su sentido común y su estilo dialogante. Es hora de consensos en muchas materias (no sólo la antiterrorista, claro) y no de tensiones ni de tirarse los trastos a la cabeza. Son dos españas las que uno y otro propugnan, pero dos españas que cada vez se aproximan más y que ninguna de ellas debe helarnos el corazón.

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