Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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FRAGA anunció ayer lo que Rajoy había anticipado como hipótesis fiable, es decir, que el presidente de la Xunta gallega intentará en las elecciones autonómicas del 2005 renovar por quinta vez su mandato. El mismo Fraga lo dijo ayer con voz clara, pausada, dejándose entender: «Me encuentro en plena forma para que el partido no se divida». Y añadió: «Para que el partido siga adelante». Y apostilló: «Para que lo que ha pasado en Galicia, que es un antes y después, en carreteras, en hospitales, en escuelas... en todo, siga adelante mientras sea posible». Es posible, sin embrago, que a la dirección 'popular' no le haya gustado la claridad meridiana de Fraga. Al sugerir o, más bien, afirmar que si él se retirase, el partido se dividiría, queda dibujado un cierto caos en las filas gallegas del PP. Continuidad o renovación, el gran dilema al que se enfrentará Rajoy en el congreso popular de octubre. Para apaciguar las tensiones, los enfrentamientos personales y las diferencias ideológicas entre los populares gallegos, la continuidad de Fraga daña obviamente a la imagen de renovación del partido, pero evita o aplaza en Galicia su división. Galicia ha venido siendo, por otra parte, un feudo político de Fraga, lo cual situaría al PP de esa comunidad autónoma en disposición de actuar a su manera, de una forma peculiar que no sería autorizada en otros enclaves populares. No se olvide que Fraga pudo relacionarse cordialmente con Fidel Castro mientras Aznar lo detestaba. Controlada al menos temporalmente la efervescencia del PP gallego, el problema se centra ahora en el resultado electoral, y los augures vaticinan con la boca pequeña una nueva victoria de Fraga, pues no olvidan que la clientela popular en las ciudades de Galicia ha decrecido en las últimas elecciones municipales y generales, aunque la abultada abstención en las europeas pareció detener el declive. A Fraga no le van a fallar el año próximo las zonas rurales, pero es posible que los principales núcleos urbanos le regateen su afecto, hasta el punto de que el PP estaría muy lejos de conseguir una nueva mayoría absoluta. Y sin mayoría absoluta, Fraga no podría gobernar. Ante el PP se sitúan el socialismo gallego, al alza desde las elecciones municipales del 2003 y las generales del pasado 14-M, y el BNG, el nacionalismo regional de resultados zizgzagueantes, pero la conjunción política de ambos, complejo y previsible, ensombrece las expectativas populares. Fraga, sin embargo, nunca ha sido asequible al desaliento y luchará en ciudades y corredoiras , esos embarrados caminos vecinales que en muchos casos ya se han cubierto de asfalto, con todo el ímpetu que le permita su buen estado de forma. Y asegura que no tiene un tapado que pudiera sustituirle mediada la legislatura, en contra de lo que se ha dicho desde la oposición y, ay, desde esta columna. Pero en el PP gallego hay voces que subliminalmente dicen que Fraga va a perder votos en los núcleos urbanos densamente poblados. Pero Fraga, ese hombre, es hoy en día el antídoto a la división del partido, que debe mostrar su unidad de cara al congreso de octubre.

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