Cerrar
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

Creado:

Actualizado:

SI AL SOLDADO Filípides, que en tiempos de paz hubiera sido el mejor cartero de Grecia, se le hubiese interpuesto alguien cuando corría para comunicar la victoria de Milciades en Maratón, no habría muerto. Lo más probable era que optara por sentarse en una piedra, después de abatir al intruso, y se pusiera a cagarse en Zeus durante un buen rato. Filípides no llevaba Adidas, pero llevaba una noticia histórica. En cambio, el pequeño atleta brasileño Vanderlei de Lima, únicamente llevaba el peso de su responsabilidad. Sus prisas tenían motivos distintos, pero ambos merecen que sus nombres permanezcan en la memoria colectiva, tan afectada por el Alzheimer. El espontáneo le quitó a De Lima 30 segundos, además de darle un susto y de romperle el ritmo. Al principio se dijo que era un italiano, para favorecer a su compatriota Stefano Baldini, pero no. Ha sido un cura irlandés loco, perdón por la redundancia, que llevaba en la camiseta leyendas bíblicas sobre el fin del mundo y estaba borracho. Un majarón importante que se hace llamar «el clérigo del Gran Prix» y va siempre con una boina verde y una falda escocesa. Al principio, cuando no se tenían noticias acerca de la personalidad del tipo que desplazó al corredor y lo metió entre el público, pensé que podía ser un cojo. Hay gente que experimenta un taladrante odio cuando ve que alguien hace lo que él no puede hacer. Es lo que Julián Marías llama «rencor ante la excelencia». Otros se conforman con decir eso de «no es para tanto» o «qué se habrá creído». Peor era lo de los pigmeos, que cuando capturaban a algún guerrero enemigo le cortaban las piernas de las rodillas para abajo. Así se igualaban a los bantúes. Pues no, el espontáneo no era ni un inválido ni un envidioso, sino algo peor: un cretino. Se confirma que llevaba razón Anatole France cuando dijo que prefería un malvado a un tonto porque los malvados descansan. En fin, que el pequeño De Lima ha tenido que conformarse con la medalla de bronce. La de oro de la idiotez se la han dado al cura.

Cargando contenidos...