Diario de León
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FERNANDO JÁIREGUI
León

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CONSTE Q UE lo de progre y carca lo volvió a traer a colación José Luis Rodríguez Zapatero, en su discurso de fin de vacaciones en Mahón. Pero conste también que esta terminología, que usábamos los que nos sumamos a la efímera, pero maravillosa, revolución de 1968, ya no está en boga. Mi hija de veinte años identifica 'carca' con persona de edad, sin hacer relación a sus postulados ideológicos. Y, para ella, progre es una postura algo pija, me dice. O sea, que no coincide exactamente con las acepciones, en el sentido político, de Zapatero. Me preocupa esta falta de sintonía entre el presidente del Gobierno y el que teóricamente debe ser su público principal, por lo nuevo y por lo sintomático. Uno, que no se considera carca precisamente, ni se definiría ya como progre, porque encuentra que los términos están algo anticuados, se encuentra entre los millones de españoles que desdeñaron la política de nada de cambios de Aznar, pero que están perplejos ante algunas cosas que van diciendo los nuevos gobernantes. Y no me refiero a detalles más o menos absurdos, como el derecho concedido por los ediles de la Ciudad Condal a los ciudadanos para que vayan desnudos por la calle. No; lo que preocupa más es esa sensación de desconcierto que consiste en dar a Esquerra, a IU, a quien sea, lo que pida, porque son las formaciones progresistas que apoyan al Gobierno socialista. Y, entonces, se producen discursos tan diferentes como los de los ministros Montilla y Sevilla a propósito de la conveniencia o no de dar interlocución privilegia a la Generalitat catalana en los Presupuestos generales del Estado. Consta también que hay diferentes sensibilidades gastadoras en el seno del Ejecutivo, que también evidencia distintas ideas en materia de relaciones con la Conferencia Episcopal o en la mismísima política exterior. Entre otras cosas. Naturalmente que cada cual puede expresarse libremente, sea ministro o no; faltaría más. Pero la sensación de escasa coordinación sigue pesando en el ánimo de no pocos ciudadanos, que ven cómo las tensiones entre lo progre y lo carca, en el mismísimo seno del Gobierno y las administraciones socialistas, hacen que el barco dé estos bandazos, sin que sepamos a qué atenernos. Una cosa es tener distintas alas, más o menos a la izquierda, y otra es el barullo.

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