Diario de León
Publicado por
MÁXIMO ÁLVAREZ RODRÍGUEZ
León

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PARECE ser que el actual gobierno tiene intención de que los musulmanes puedan impartir en los centros de enseñanza la clase de islam. Creo que están en su derecho, dado que la Constitución Española los ampara. Quizá lo que más llama la atención es que hablan de tomar esta medida los mismos que desearían sacar de la escuela la enseñanza de la religión católica. Obviamente, son mayoría los ciudadanos españoles que piden clase de religión católica. No obstante, siguiendo con la Carta Magna, ambas religiones están en su derecho a ser impartidas en la escuela, y en ese sentido no hay nada que objetar. En todo caso hay que reconocer que mientras en los países de mayoría musulmana los cristianos tienen muy limitados sus derechos, la iglesia católica defiende con toda nitidez la libertad religiosa para todos. El solemne documento del Concilio Vaticano II, sobre la libertad religiosa no deja lugar a dudas: a nadie se le puede imponer una religión y a nadie se le puede impedir practicar la religión que desee, siempre que respete los derechos ajenos. Dicho esto, es preciso señalar, y así lo manifiesta el mencionado Cconcilio en los documentos dedicados al ecumenismo y a las religiones no cristianas, que todas las religiones tienen muchos puntos en común: creen en la existencia de un ser superior, en la vida más allá de la muerte, en la oración, en el cumplimiento de unas normas morales, etcétera... Ciertamente el parecido del islam con el cristianismo es enorme. Pero imagino que nadie medianamente formado dudará quién ha copiado del otro. En cierta ocasión un hombre de carrera a quien le dije que el islam había copiado del cristianismo me decía que por qué no al revés. La razón es obvia: porque el islam surgió seis siglos más tarde que el cristianismo. El hecho de que haya que respetar todas las creencias no quiere decir que todas las religiones sean iguales. Ocurre como con las ideas de cada persona: todas son respetables, pero no todas son igualmente acertadas. Sin duda el estudio de la religión es necesario para aclarar posibles dudas. Espero que estas líneas aporten un poco de luz. La religión ha existido siempre, desde los tiempos primitivos, puesto que el hombre ha tenido necesidad de buscar respuesta a sus grandes preguntas: qué somos, de dónde venimos, a dónde vamos... Poco a poco fue evolucionando y así aparecieron las grandes religiones de la antigüedad: persa, egipcia, griega, romana, hindú, budista.... Todas ell as han sido fruto de esa constante pregunta que el hombre se ha hecho por el sentido de la vida. La mayoría de estas religiones ya han desaparecido, pero han servido de preparación al gran momento en que Dios decide intervenir, hace casi cuatro mil años, revelándose como el Dios único a un pueblo pobre e insignificante, al pueblo de Israel. Ciertamente en la historia y vida de este pueblo hay cosas que dejan mucho que desear. Pero no podemos juzgarlas desde nuestra mentalidad actual. Afortunadamente la primera parte de la Biblia, el Antiguo Testamento, nos muestra cómo este pueblo va evolucionando y madurando hasta conseguir una religiosidad muy auténtica, centrada no sólo en la fe en el único Dios, sino en el amor y en la justicia social. Pero el momento culminante llega con Jesucristo, que no viene a destruir lo anterior, pero sí a perfeccionarlo. No creo que nadie pueda, aun desde un punto de vista meramente humano, objetar nada contra la persona y doctrina de Jesús. Nadie como él ha amado a la humanidad, a la naturaleza, a Dios Padre. Nunca trató de imponerse a nadie, ni nadie ha respetado como él la libertad de las personas... Se nos podrá criticar un montón de cosas a los cristianos, a la propia comunidad de seguidores de Jesús, que es la Iglesia; pero la mayor crítica que se nos puede hacer es, precisamente, que no seguimos el ejemplo ni las enseñanzas de Jesús. Pasemos al islam. Allá por el siglo VII después de Cristo, un hombre llamado Mahoma, que al principio era politeísta, descubrió en uno de sus viajes la religión del Único Dios, la judía y cristiana. Ello le llevó a escribir El Corán, un libro sobre el Único Dios, en árabe Alá, totalmente lleno de citas de la Biblia. No es, por lo tanto, un libro con ideas originales. Ciertamente muchas de sus ideas son plenamente aceptables para un cristiano: la creencia en un único Dios, en la resurrección de los muertos y en la vida futura, los preceptos de la oración y de la limosna... Sin embargo a los cristianos nos consideran como infieles por creer que Jesucristo es Dios. Aceptemos que nos llamen así. No pasa nada, con tal de que se nos respete. Lo grave ha sido que interpretando el mandato de Mahoma de hacer la Guerra Santa contra los infieles fueron barriendo el cristianismo de gran parte de la geografía: Tierra Santa, Norte de África, gran parte de la Europa Mediterránea y Asia Menor, llegando a invadir España. Ello llevó a la Iglesia a meterse en aventuras tan penosas como las Cruzadas. Así como lo peor que se puede decir de un cristiano es que no siga el contenido del Evangelio, quizá lo más preocupante es que un musulmán siga el Corán al pie de la letra, como sería preocupante que un cristiano siguiera algunas leyes del Antiguo Testamento, que han quedado desfasadas (pena de muerte, castigos como la mutilación, trato a la mujer...) No cabe duda que los musulmanes, y muy especialmente en España, han aportado una enorme riqueza desde el punto de vista cultural y científico. Lo malo es que después no se ha evolucionado o, lo que es peor, como ha escrito un erudito musulmán, en muchas partes se ha impuesto el «integrismo musulmán» que perjudica al islam y a los verdaderos musulmanes. Decía Jean François Revel hace casi treinta años, en plena guerra fría, que Europa miraba mucho el peligro comunista, pero que en realidad había que mirar más hacia el islam. Ha sido buen profeta. Ya sabemos que no todos los musulmanes son iguales y que hay distintas tendencias. En todo caso sería cuando menos imprudente ignorar la espléndida herencia cristiana que tanto bien ha hecho a la humanidad en general y a Europa en particular, y olvidar los riesgos de favorecer no tanto el islam, que es muy respetable, cuanto el peligrosísimo integrismo islámico.

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