Diario de León
Publicado por
PEDRO CALVO HERNANDO
León

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LAS ÚLTIMAS noticias sobre el accidente del avión Yakovlev-42 superan cualquier relato de ficción. El hecho de que sean falsas las treinta identificaciones de los cadáveres que corrieron a cargo de los médicos y autoridades españoles, mientras que han resultado correctas las treinta y dos realizadas por los turcos, supone un sarcasmo inenarrable si no se tratase de un caso tan trágico y tan triste. Se podrían haber equivocado en uno, en dos, incluso en tres casos. Pero es absolutamente increíble que se equivocasen en los treinta. Luego lo más probable es que no se realizaran tales identificaciones, posiblemente por el método militar de la obediencia debida, que no obliga cuando ello implica comisión de un delito. En este caso, además de las responsabilidades políticas, muy importantes desde todos los puntos de vista, por supuesto, tenemos también las presuntas responsabilidades penales de los médicos que certificaron y de las autoridades que pudieron ordenarles que obrasen como parece que lo hicieron. Estamos ante un caso sin precedentes conocidos dentro y fuera de este país. Pedir a estas alturas la dimisión del ex ministro Federico Trillo del cargo de diputado que actualmente ostenta es un ejercicio que conduce a la melancolía. Trillo debió dimitir cuando era ministro de Defensa desde el primer momento en que aparecieron indicios evidentes de que habían ocurrido cosas altamente extrañas. No lo hizo ni entonces ni después y además su partido lo presentó como candidato al Congreso. Después de las últimas noticias la situación del ex ministro es más que insostenible, es una bofetada en el rostro de todos nosotros. Tampoco en su partido parece que le empujan a que dimita ni le obligan a ello, un partido que era de una exigencia brutal a la hora de pedir las dimisiones de otros. Yo supongo que al final no tendrá más remedio que ceder, pues su presencia política será un calvario permanente. Y una cosa que Federico Trillo debe pensar es en salvar la dignidad y la decencia, reconociendo de una vez sus gravísimos errores y actuando en consecuencia. El Partido Popular no puede ser eternamente el partido del sostenella y no enmendalla y de la manipulación permanente.

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