Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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BAJAN ESTOS DÍAS desde todos los rincones de la ciudad hacia el Parque del Temple, con sus camisetas amarillas, luciendo orgullosos las credenciales que les identifican como cimadanos . Grupos de adolescentes que dejan a su paso un rastro de felicidad ingenua y despreocupada. Son los artífices de una de las actividades de mayor éxito de las fiestas de la Encina. Son los voluntarios de la Ciudad Mágica que atienden a los miles de niños que participan en las decenas de talleres, juegos y actividades con que arrancan las fiestas patronales y que no han dejado de crecer y mejorar desde hace años. Ellos nada saben de la expectativa que ha despertado la ofrenda a la Virgen del alcalde de Igüeña, que es un señor ex-soltero, gordo, bajito, rojo y ateo. Alcalde desde el principio de los tiempos, habitualmente no se corta en el nivel reivindicativo de sus intervenciones públicas y después de lo sucedido el año pasado, cuando el discurso político se alargó más de lo razonable, anda todo el personal pendiente de lo que vaya a pasar en el acto festivo-religioso-bercianista del día 8. Son cosas que pasan cuando no se cumple el viejo precepto de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Probablemente ninguno de los cimadanos conozca a Les Luthiers (en la tele no salen tanto como David Bisbal) y por eso no entienden que los mayores, habitualmente tan serios para estas cosas del espectáculo, guarden desde hace semanas las entradas para escuchar a unos argentinos que interpretan obras de un más que dudoso compositor llamado Johann Sebastian Mastropiero. Eso son otras cosas de las jornadas festivas. Ellos no sólo «tienen» sino que «hacen» su propia fiesta. Son cimadanos y hay que cuidarlos como pequeñas joyas.

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