EL MIRADOR
Viejos personajes, viejísimos asuntos
DAMOS TODOS por hecho que el nuevo curso ha comenzado. En materia política, el nuevo curso lo ha estrenado el notición Fraga, tan escasamente noticia nueva. Y asuntos, también, tan viejos como el debate territorial de nunca acabar: El Gobierno avisa a las autonomías del escaso margen para ampliar sus competencias, nos cuenta un diario. Otro, revela que el presidente extremeño, Rodríguez Ibarra, se ha constituido en una especie de abanderado para liderar el grupo de las autonomías socialistas menos ricas contra la primacía catalana. Extremadura, Asturias, Castilla la Mancha y Aragón, según esta historia, harán frente común para negociar los presupuestos. De otro lado, sigue teniendo un altísimo grado de protagonismo un reciente descubrimiento, el líder de Ezquerra, Puigcercós, quien dice que «la derecha considera a los catalanes los nuevos judíos de España». ¿Sólo la derecha? Y que reclama que se deje de subvencionar a la Comunidad de Madrid para destinar más dinero a la periferia. O sea, a Cataluña. No debe extrañar que se esté potenciando, en las últimas semanas, la aversión que muy a menudo han suscitado los dirigentes políticos catalanes. Se nos ha contado en los últimos días que el tripartito de Maragall pretende, ni más ni menos, que el gobierno central de Zapatero le pague la deuda sanitaria acumulada por los 23 años de ejercicio del pujolismo en el poder, cifra de deuda que algunos llegan a elevar a mil doscientos millones de euros. Y además, reclaman los dirigentes catalanes que se compense el supuesto déficit de inversión en infraestructuras de los últimos quince años. ¿No admitía Pujol que apoyar a los sucesivos gobiernos de la Nación proporcionaba buenos réditos a Cataluña? Vista la reacción de pavor suscitada por la reclamación maragalliana, el govern de la Generalitat de Cataluña ha reconducido su aspiración: Ahora pide a Solbes que aporte más dinero del IVA a Cataluña para poder financiar esa misma sanidad privilegiada de la que vienen disfrutando los catalanes. O, dicho de otro modo, la Generalitat quiere mayor participación en impuestos de los que ahora percibe y distribuye el estado. De momento, eso es lo que hay, o cuando menos, lo que parece: que una comunidad autónoma, Cataluña, pretende mantener secuestrado al Gobierno y en particular a su jefe, y extraer beneficios claros, y a toda costa, de los votos que en un momento proporcionó el tripartito -PSC, ERC, ICV- para la investidura presidencial de Zapatero. No debe sorprender, por ello, que Rodríguez Ibarra encabece al grupo autonómico pobre, o que se insista en «los judíos catalanes». El debate territorial está llegando a entender que existen dos Comunidades, nacionalidades o regiones, Cataluña y Euskadi, que aspiran a ser «diferentes con privilegios». Euskadi tiene concierto y cupo, y Cataluña lamenta no hallarse en igualdad de condiciones. Y como no puede recurrir a viejos fueros, recurre al poder del voto crucial de apoyo a un gobierno sin mayoría parlamentaria, y consiguientemente débil. Pero, si observa atentamente el panorama patrio, comprobará que hay todo un alzamiento contra la pretensión de tales privilegios.