El día del Bierzo

EL DÍA 6 de diciembre casi todos los españoles festejamos el día de la Constitución, que es una fiesta laica y muy institucional, en la que los políticos honran un texto que ha sido capaz de garantizar 25 años de convivencia y prosperidad, aunque luego se peleen por modificarlo en razón de sus intereses partidistas. Ya no existe, sin embargo, un día de la patria o una fiesta nacional común a todos. Al menos en este momento no recuerdo ninguna. Es lógico, porque lo de la patria es algo trasnochado, como todo lo que tenga que ver con los padres; y lo de la nación española está a punto de fenecer, para ser sustituida por otras naciones periféricas, que se llamarán -y así ha de recogerse en la nueva constitución- la nación catalana, vasca o gallega; el resto, los que antes eramos españoles, no sabremos verdaderamente qué somos, porque incluso se nos cuestiona que podamos seguir siéndolo. En otros tiempos se celebraba en toda España el 25 de julio, día de Santiago, como patrón de la susodicha tierra, pero ahora ya no tenemos patrones comunes, y mucho menos si son santos, que además pueden herir la susceptibilidad de los que no profesan la religión católica, especialmente si como en este caso son también matamoros. Por cierto, se habla tanto de laicismo y de rechazo a la Iglesia, que uno no entiende cómo los periódicos, sea del signo que sea, dedican un montón de páginas a las fiestas de los santos patronos de cada pueblo de España. Hay en esto una contradicción que no se corresponde con ese laicismo tan beligerante. Mucho despotricar contra la Iglesia pero luego ¡ay de aquél que pretenda deslucir la fiesta, impidiendo la Misa Mayor o que salga la procesión con el santo! Además de las de los pueblos, las únicas fiestas son ahora las de las comunidades autónomas, que se festejan con actos solemmnes e institucionales, aunque con escaso interés popular, al menos la de Castilla y León, que si no recuerdo mal cae por el 23 de abril y rememora, como ocurre con alguna otra comunidad, una derrota, la de los comuneros en Villalar en el año 1521. El Estatuto de autonomía recoge los símbolos de la comunidad, es decir el escudo y la bandera, y también el día de la fiesta, que son elementos imprescindibles para crear entre los habitantes de la misma una conciencia regional que, originariamente, no existía. No hay fiesta nacional pero si hay fiesta regional, porque esta es la única realidad que cuenta ahora, aunque haya que festejarla a golpe de talonario. La provincia de León tiene sus símbolos, su escudo y su bandera, pero no tiene una fiesta común para todo su territorio. Cada pueblo, como hemos dicho, tiene la suya y parece suficiente, probablemente porque, como ocurre con España, a algunos no les interesa que exista una conciencia provincial; es más, les gustaría que desaparecieran las provincias, que como la nación, son una institución anticuada y trasnochada. Las comunidades, quieren algunos, no han de subdividirse en provincias, institución característica del anterior modelo centralista, hoy afortunadamente superado, sino en comarcas, que es una realidad más descentralizadora y, por tanto, más acorde con los nuevos tiempos. Así el Bierzo, comarca singular y con una fuerte idiosincrasia, tiene un Estatuto de Comarcalización y sus símbolos propios. No están recogidos en su Estatuto sino que fueron creados posteriormente, el escudo y la bandera; pero para completar su singularidad necesita también un día de fiesta, un Día del Bierzo. Algunos políticos ya han elevado su voz para solicitarlo. Para ser consecuentes debería ser un día que rememorara alguna derrota de los bercianos, por ejemplo la pérdida de nuestra condición provincial en el siglo XIX. Pero esto choca con una tradición arraigada entre muchos bercianos, para los que ese día es el 8 de septiembre, fiesta de la Virgen de la Encina. Es una fiesta religiosa, con la que quizá no comulguen muchos laicos y los nuevos bercianos de religión musulmana o protestante. ¡Qué dilema! ¿Será eso por lo que no se ponen de acuerdo para institucionalizarla?