Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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RAJOY SALIÓ «muy preocupado» de su entrevista en La Moncloa con Zapatero, y debe añadirse que, además de preocupado, Rajoy abandonó el complejo presidencial en soledad política. El líder popular volvió a insistir en que Zapatero no sabe qué hacer con el modelo de Estado ni sería capaz de evaluar el coste del apoyo que algunos le dan, refiriéndose sin duda a los partidos coaligados en el Gobierno de la Generalitat de Cataluña. Parece haberse quedado solo el PP frente al resto de las fuerzas políticas, ninguna de las cuales, por otra parte, sabe qué modelo de Estado saldrá de las reflexiones conjuntas y los debates en torno a ese nuevo modelo, que en ningún caso sería muy diferente del actual, ya que la Constitución es, para el Gobierno socialista, una barrera infranqueable, al margen de la reforma del Senado y, quién sabe, de la inclusión en el texto constitucional de una referencia a las autonomías, diferenciadas o no entre nacionalidades y regiones. Ante el proceso reformista que se avecina sin la menor urgencia, Rajoy se hizo valer ayer ante Zapatero en lo que vale, y hasta un poquito más, sabiendo que el valor de los votos de su partido en Las Cortes podría bloquear cualquier reforma constitucional o estatutaria. Falta saber, sin embargo, si la preocupación del líder popular es o no compartida por la sociedad española, al menos en su mayor parte o con mayor o menor intensidad. Da la sensación de que la ciudadanía no sólo se muestra desinteresada por las reformas que defienden algunos políticos sino que tampoco recela de ellas. Dijo ayer la vicepresidenta Fernández de la Vega que Zapatero le había aconsejado a Rajoy que no se aislara, aislando políticamente a su partido. El consejo no parece malo, pues el concurso del PP en los debates que abran los procesos reformistas contribuiría a orientarlos más eficazmente que criticándolos desde la preocupación y la distancia. Es posible que las intenciones de un partido como Esquerra Republicana de Cataluña, por solapadas que circunstancialmente se encuentren, levanten ampollas en la sensibilidad del nacionalismo español, muy respetable en su carácter centrípeto, pero lo que ahora se ha puesto en marcha o, el melón que va a abrirse, en expresión grata al Partido Popular, sólo trataría de disipar ciertas y acusadas tensiones territoriales, por un lado, y, por otro, de mejorar la urdimbre del Estado autonómico, que no por funcionar bien deja de ser perfectible, sin que se quiebre la unidad de España. (Nota: nada de lo dicho en las líneas anteriores se refiere obviamente a la situación y aspiraciones del País Vasco. El País Vasco plantea una cuestión muy diferente).

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