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Publicado por
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
León

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EL CASO IBARRA es más que un escándalo partidario: es un indicador de la relación de fuerzas que hay en estos momentos en el interior del partido socialista sobre la cuestión nacional o territorial, como se dice ahora. ¿Y qué es lo que nos ha revelado este debate? Que las tesis de Rodríguez Ibarra sobre el modelo de Estado han pasado a ser claramente minoritarias y muy mal toleradas por parte de la inmensa mayoría de los dirigentes socialistas. Si en debates similares el presidente extremeño pudo contar con los apoyos de Manuel Chaves y de José Bono -los tres tenores- en esta ocasión ha tenido la oposición radical del primero y la defensa retórica del segundo. Así que el presidente del partido y cabeza del gran feudo socialista, decisivo por tanto para cualquier movimiento estratégico en el seno del PSOE, se ha alejado de Ibarra para acercarse a Maragall. Por otra parte, Bono ha perdido la independencia y el poder que proporciona el control de una región. Es un ministro más, alguien que está en manos del jefe de Gobierno, un bien amortizado. El que pretendió ser ministro del Interior tuvo que contentarse con la dudosa seguridad que proporciona el Ministerio de Defensa. Así que la única voz independiente y con autoridad que se ha levantado a favor de Ibarra ha sido la de Paco Vázquez. Pero al margen de las simpatías que rodean las posiciones del alcalde de La Coruña ¿podemos decir que se trata de algo más que un apoyo testimonial? No han sido, sin embargo, las reacciones del ministro Montilla y del presidente Chaves las más lesivas para Ibarra. La que define bien la situación de Ibarra es la desautorización de Zapatero. Ibarra no tiene ya el respaldo de González. Aquel colchón comprensivo cuando no defensivo. Zapatero le ha dejado en su sitio, es decir, en la soledad. Pero el caso Ibarra tiene otra lectura: viene a demostrar la hegemonía de los catalanes. En esta ocasión no se ha visto obligado a intervenir Pasqual Maragall. El ataque, hiriente, desproporcionado, ha corrido a cuenta de Montilla. Ha reducido a Ibarra al terreno de lo cómico. El escándalo pone de manifiesto el sentido del proceso que se ha venido fraguando en estos últimos años en el PSOE y cuyo comienzo formal podemos situar en la caída de Nicolás Redondo Terreros. Un análisis riguroso nos obliga a saltar de esta a la categoría: el partido socialista o, si queremos precisar aún más, la dirección del partido socialista ha pasado de una cierta ambigüedad en relación con el modelo de Estado a una apuesta clara y definitiva. Tal alejada de la sensibilidad de Rodríguez Ibarra como sostenedora de las tesis de Pasqual Maragall.

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