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EL GRUPO Izar está atravesando una situación que va camino de ser gramsciana. Cuando lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir Gramsci creía que se daban las condiciones para hablar de tragedia. En el caso de los astilleros Izar, lo nuevo es el Plan de Viabilidad y lo viejo la deuda de más de 500 millones de euros y las ayudas por valor de otros 1.100 que la Unión Europea considera ayudas de Estado ilegales y que, en consecuencia, habrá que devolver. La SEPI quiere segregar Izar en dos empresas (una militar, otra civil) mientras que el presidente del Gobierno se ha comprometido públicamente a «salvar» los astilleros. De lo primero los trabajadores no quieren ni oír hablar; lo segundo -el compromiso de Rodríguez Zapatero- no se lo acaban de creer. El resultado es el que conocemos: movilizaciones, cortes de carreteras, episodios aislados de violencia y enfrentamientos con la policía y un suma y sigue de acciones cuyo hilo conductor parece estar construido con los materiales propios de la desesperación. Los trabajadores tienen derecho a defender sus puestos de trabajo. Estamos hablando de más de 11.000 familias que viven la angustia del incierto futuro que les aguarda. Eso es así y los poderes públicos deben afinar al máximo para jugar con inteligencia las bazas que ofrece por una parte la disposición de Bruselas a aceptar una moratoria en el reembolso de las ayudas -concedida , por cierto, bajo cuerda por el anterior Gobierno para evitar que le explotará el problema entre las manos- y, por otra las posibilidades que ofrece la demanda procedente del sector militar. Que juegue la dirección de la SEPI a favor de salvaguardar los intereses de los trabajadores, pero que entiendan éstos y sus representantes que no pueden estar con una mano pidiendo ayuda y con la otra cortando carreteras, arrancando quitamiedos, quemando contenedores y enfrentándose a la policía. La violencia es el camino más corto para no resolver las cosas. Lo que sí tengo para mí es que harían bien los trabajadores y los sindicatos que los prepresentan controlando la sobreactuación de algunos de sus compañeros, porque, la verdad, vistos los hechos que se repiten cada día, están empezando a provocar un principio de rechazo entre los ciudad anos ajenos al problema. Si ese rechazo llegará a generalizarse, se convertiría en la peor de las noticias para los afectados por el futuro de los Astilleros Izar. Como decía antes, de sguir así, la situación puede acabar siendo gramsciana.