AL TRASLUZ
Rey Ray
EL GRAN Ray Charles antes de morir, a los 74 años, el pasado mes de junio, nos ha dejado una joya, un gran disco de dúos. En la última etapa de su vida, la voz le sonaba aún más verdadera. En alguna parte leí que belleza es todo aquello que en caso de ser destruida la tierra, y con ella todos nosotros, seguiría existiendo en la nada cósmica. Un mensaje en una botella. Lo que la voz de Ray Charles representa encajaría en esa descripción, una fuerza espiritual fuera del tiempo, de la propia existencia de la garganta de la que irrumpe, que ni siquiera nos necesita. Su versión de Sorry seem to be harderst word , que canta con el propio Elton Jonh seguirá sonando a lo largo de los siglos, incluso cuando la canción haya sido olvidada, del mismo modo que por encima de nuestras cabezas fluyen las viejas verdades universales: las gritadas y las susurradas, las aceptadas y las omitidas. La belleza, ese concepto que se ha querido perversamente exiliar de nuestro vocabulario, nos consuela, si no es mero esteticismo, cuando va directa a las entrañas y nos zarandea el corazón. Frente al horror y la mentira, belleza como verdad. Quizá, una de las grandes perversiones contra la música en el siglo XX ha sido pretender asociarla en exceso al baile, a lo que se llama «marcha». Pero también puede ser quietud. La voz de Charles nunca se doblegó, ni siquiera cuando estaba quebrada. Porque es belleza. Y es verdad. Un Shakespeare negro y ciego, que nos ha dejado un gran disco sobre todo aquello que nos sobrevivirá. El Rey Ray ha muerto. Y sigue aquí.