Diario de León

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«LO QUE ocurre es que estamos aterrizando», decía ayer un ministro en privado, para justificar algunas contradicciones palpables en el seno del Gobierno. La última marcha atrás, que se haya sabido al menos, corresponde al Departamento de Caldera, que había anunciado que los inmigrantes ilegales que trabajen podrán obtener papeles si denuncian al empresario que los contrató fraudulentamente. A su vez, los empresarios denunciados podrán burlar la sanción contratando por al menos un año al denunciante. Lo cual, sin duda, haría que el infierno de Dante fuese una playa caribeña en comparación con el clima en el interior de esa empresa. Ya han empezado los despidos de ilegales y ha cundido la inquietud entre empresarios/as desaprensivos/as, como amables ancianitas que tenían una joven ecuatoriana a su servicio: «¿Soy una explotadora?», se preguntaba, inquieta, una angustiada octogenaria conocida mía, que ni idea tenía de si la inmigrante que acompaña sus pasos vacilantes es o no una ilegal. Claro que el Gobierno no hará tamaño dislate, que aún nadie entiende cómo pudo ser planteado en público por el ministro de Trabajo; no se había visto tontería igual -y perdón de antemano por tener que emplear este término- desde que el entonces secretario general de Inmigración, Enrique Fernández-Miranda, ideó y puso en práctica aquella locura de los «viajes Ecuador», mediante los cuales el ilegal era repatriado en avión, para ser llamado posteriormente cuando encontrase un puesto en España. Todo a costa del contribuyente, claro. Hay otras razones por las cuales la idea de Caldera es imposible: el inmigrante tendría que pagar la Seguridad Social atrasada y, además, al incorporarse de golpe al sistema productivo «legal» con un año de antigüedad, tendría automáticamente derecho a cuatro meses de paro: ¿Nadie pensó antes en eso?. Lo peor es que se ha perdido ya la cuenta de la cantidad de rectificaciones que jalonan el paso del Gobierno a lo largo de estos cinco meses. Prácticamente en todos los campos. Desde el incumplimiento del programa electoral en lo referente a la unificación de Policía y Guardia Civil bajo un solo mando -iniciativa imposible, simplemente- hasta el frenazo y marcha atrás en materia de descuentos en los libros, por poner apenas dos ejemplos. Y ya verán ustedes cómo la regulación del divorcio, que está resultando tan polémica, experimenta igualmente retoques importantes. Se siente, pero a este Gobierno, tan patentemente lleno de buena voluntad y de ganas de hacer cosas, le falta coordinación y le sobra precipitación.

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