Atentos a la pantalla

QUIZÁ haya una estadística que explique casi todas las demás: un tercio de alumnos deja de estudiar al acabar la ESO. Este abandono hace que el nivel de estudios de los españoles esté a la cola de los países desarrollados. La mayor parte de nuestros compatriotas cursa los estudios de la educación obligatoria, pero se niega a dar un paso más, no sea que el conocimiento les añada dolor. No se sabe si estar a la cola en cuanto a niveles de estudio guarda alguna relación con estar a la cabeza de Europa en consumo de cocaína, cannabis y éxtasis. La ministra de Sanidad anuncia una nueva estrategia con la esperanza de que no ofrezca los mismos resultados que las anteriores y advierte de que «la batalla contra las drogas puede perderse», que es como advertirle ahora a Hitler que podía fracasar en Stalingrado. Esa batalla se ha perdido hace tiempo en todo el mundo, quizá porque el instinto humano de destrucción es equiparable al de conservación, o quizá porque, como dice Fernando Savater, nunca se plantea en su auténtico terreno hedonista. Pero, volviendo a las estadísticas, ya que nadie puede declararse forajido de la ley de los promedios, acaba de darse a conocer una que le asigna a España el sexto lugar mundial en cuanto al consumo de anuncios televisivos. Sólo cinco naciones nos superan en la recepción de mensajes y consejos publicitarios. Hay quien ha hecho cálculos de frecuencia y se sabe que cada español que se pase las horas muertas o malheridas frente a la pequeña pantalla, que ya es bastante grande, se traga 634 «spots» por semana. Lo grave es que a fin de mes comprueba que es una dieta adecuada. Para enterarnos del curso de la batalla naval de los sindicatos de los astilleros, que luchan por lo que el poeta llamó 'un pan reñido', es necesario ver muchos anuncios. Algunos son muy ingeniosos y lamentamos que se interrumpan para continuar la película. No suponen para nadie una pérdida de tiempo. Lo difícil es explicarse que pierdan tanto dinero quienes los emiten.