BURRO AMENAZADO
Revuelto de hongos
EN CUALQUIER restorán de medio pelo, cobran 15 euros por un revuelto de hongos, minuta que sacude aún más la cartera del cliente cuando optes por comedores donde el cocinero se llama restaurador, sumiller el que trae vino y maitre quien sugiere y hasta impone al analfabeto gastronómico, pagano de la manduca, el divino menú del establecimiento. Como la chorrez social y la avaricia dominan la humanidad ibérica, y se sabe que España es el mejor país del mundo, una multitud de exquisitos ricachones y rapiñeros recolectores se abalanza sobre los pobres hongos, sea el negro (Boletus aereus), el blanco (Boletus edulis), el de pie rojo (Boletus erythropus), el reticulado (Boletus reticulatus) o el de los pinos (Boletus pinicola). Hagan cálculos: este verano, los bares compraron el hongo a 24 euros el kilo y, ahora, que hay más en la otoñada, se cotiza de 12 a 16 euros. La merma, al freírlo, es del cincuenta por ciento y, en una ración, se gastan 200 gramos de rodajas fritas o a la plancha, más los huevos. Con este panorama, una muchedumbre de micólogos, de variado pelo y catadura, la mayoría piratas del monte, insensibles al significado natural de las setas del bosque, arrasan con manazas, rastrillos, navajas, bolsas de plástico, cubos y barcas de embalaje todo rincón que dé cosecha honguera. Les da igual grandes, pequeños o infantiles. Toda seta acompañante se patea, quedando la hojarasca hecha cementerio micológico. Estos hábitos sádicos, amorales y destructivos ya los hemos exportado a Rumania, Bosnia y Croacia, de donde vienen a nuestro mercado hongos nacidos en robledales de los Cárpatos. Deseo que la Junta establezca la licencia para coger setas. La gestión de los Alpes italianos es un modelo razonable: tu permiso anual autoriza colectar un kilo de hongos al día, obligatoriamente con cesta y para consumo propio. Sólo los habitantes locales comercian cupos de boletos, obedientes a un plan de extracción en cada valle.