Diario de León
Publicado por
MANU LEGUINECHE
León

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HACE cuarenta años el sociólogo brasileño Josué de Castro publicó un libro titulado Geografía del hambre . Fue un aldabonazo en las conciencias, una denuncia frontal contra el Primer Mundo que dejaba morir de hambre a poblaciones enteras. Vientre hambriento no tiene orejas. De Castro proponía soluciones inmediatas para remediar la crisis. No pasó nada, nada se hizo. Hoy, mueren once niños por minuto como consecuencia de la desnutrición. ¿Puede hablarse de un «grito de Nueva York» contra el hambre?. No es la primera vez. El problema es que el tiempo pasa y las buenas intenciones se quedan en eso. Casi tres mil millones de personas viven con menos de dos dólares por día. Las propuestas de Nueva York han recibido el visto bueno de los expertos: «son innovadoras, racionales desde el punto de vista económico, técnicamente posibles y socialmente justas». El hambre no puede esperar, dice Luis Inázio Lula da Silva, que sabe de lo que habla. Ahora, otro brasileño, el presidente, convocó en la ONU junto con España, Francia y Chile una nueva cumbre de la pobreza. Ha dado en llamar al hambre «un arma de destrucción masiva». El diagnóstico está hecho hace tiempo, falta la solución, que los gobiernos del mundo se tomen en serio el problema. La cumbre de Nueva York contra el hambre propone una serie de medidas, de impuestos, esta vez sí, revolucionarios, que graven las transacciones financieras (la famosa tasa Tobin, nombre del premio Nobel de Economía) que reclamaban los manifestantes antiglobalizadores de Seattle, Génova o Porto Alegre) las tasas a las multinacionales, al comercio de armas, a los gases contaminantes, a los transportes aéreos,,, para liberar cien mil millones de dólares anuales, una insignificancia, con destino a las naciones en quiebra y la ayuda al desarrollo. Es lo que el presidente Lula llama Fondo Mundial de Lucha contra el Hambre. Se trata de reducir a la mitad el número de los hambrientos para el año 2015. Una inversión ética. Queda bien sobre el papel como ocurrió con la Cumbre del Milenio en la ONU en 2002, pero es necesaria la voluntad política de las naciones afortunadas. Claro que habrá que hablar de buena voluntad pero también de contradicciones. El presidente Jacques Chirac, ahora del lado de los antiglobalizadores, adoptó medidas proteccionistas para evitar la invasión de los productos agrícolas del Tercer Mundo. Esa es una de las claves: los pobres no pueden dar salida a sus productos porque Occidente se blinda, cierra mercados en lugar de abrirlos. Resultado: se bloquea la redistribución mundial de la riqueza. No existe en el mundo salsa comparable al hambre, «como esta no falta a los pobres, siempre comen con gusto»que decía Cervantes.

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