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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SÓLO porque hay en el mundo buenas personas funcionan las panaderías y los transportes públicos. Cuatro millones de españoles dedican su tiempo al voluntariado, o sea, a ayudar a los demás. Tratan diariamente con toxicómanos y marginados sociales. Cuidan enfermos y ancianos. Gente así equilibra la balanza y contrarresta la acción infatigable de tanto y tanto granuja empadronado. Lo que ocurre es que las peripecias de estos últimos se airean más que los silenciosos afanes de quienes dedican su vida a favorecer a los desvalidos. En puro periodismo, las noticias buenas no existen. Llamamos noticia al conocimiento rápido de un suceso abrupto. (Por eso los ingleses dicen «no hay noticias: buenas noticias»). Los abnegados trabajos de las distintas ONG en el mundo entero reclaman menos espacio tipográfico, por ejemplo, que los desmanes económicos de Marbella, donde unos bribones se asignan sueldos desorbitantes, como cuatro veces superiores a los que cobran los alcaldes de Madrid o de Barcelona. Eso sí es una noticia digna de ser divulgada y los periódicos retratan a los golfos mejor remunerados del país. La estadística de Cervantes era algo pesimista. En su opinión «entre muchos malos hombres suele haber alguno bueno». La copla popular lo dice de otro modo: «Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que siempre ganan los malos cuando son más que los buenos». En cualquier caso, lo desconcertante son las mutaciones. Gentes honradas y nobles pueden alcanzar un alto grado de ferocidad si les tocan algo que es suyo. En este momento Pekín está reclamando a España protección para sus ciudadanos en Elche. El mundo es un pañuelo, bien para secarse las lágrimas, bien para despedirse. Unos 400 empresarios y trabajadores del calzado se concentran contra la «competencia desleal» de los chinos, que nos están ganando por pies. ¿Será ese el «peligro amarillo», entre Fu Man Chu y Manolita Chen? En las pancartas se lee «Chinos no» y ya se han quemado algunas naves donde se almacenaba calzado asiático. Cosas así dan que pensar sobre la bondad y la maldad. Quizá es cierto eso de que «todo es conforme y según».