Diario de León

DESDE LA CORTE

La hora de los prudentes

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FERNANDO ONEGA
León

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PARTAMOS de una evidencia: todo gobierno salido de las urnas tiene toda la legitimidad para desarrollar su proyecto. Para eso lo sometió a veredicto popular. Por tanto, nada se puede objetar al gabinete socialista para que haga las reformas que estos días apasionan a la sociedad. Lo único discutibles es el ritmo de las medidas cuando producen vértigo y todo aquello que se hace para contentar a los socios. En ese momento, la tarea de gobernar se convierte en puro mantenimiento del poder. Dicho en lenguaje de Carlos Marx, desde la semana pasada un fantasma recorre España: Zapatero ha declarado la «guerra laica». Se ha extendido como un reguero de pólvora que el gobierno quiere terminar con todo lo que huela a privilegio de la Iglesia. Aunque Fernández de la Vega y Bono se esfuerzan en decir que no hay confrontación, la mayoría de la opinión intuye conflicto entre Iglesia y Estado. Hay catastrofistas que agitan espectros de la II República, y hay humoristas que le quitan hierro con este divertido chascarrillo: hemos pasado del «España va bien» al «España no está muy católica». Quiso el destino que hayan coincidido en el tiempo medidas o anuncios de medidas que tocan la médula religiosa: el divorcio, la eutanasia, el matrimonio de homosexuales, la asignatura de religión, la financiación y, en general, ese discurso que confunde Estado laico con Estado no confesional. Todo esto, planteado atropelladamente, y a veces por portavoces poco representativos, está creando alarma en una parte de la sociedad que contempla cómo se dispara contra algunos de sus valores más tradicionales. En la contienda política, los agitadores de la oposición convierten ese clima en una guerra de religión: laicos contra católicos. Se extiende la idea de que los socialistas llevan a este país a una contienda con un fondo donde se mezclan la escuela y los templos, las creencias y los intereses materiales. Ya se espera una respuesta de los púlpitos y una agitación en la calle que los obispos no convocan, pero calladamente alientan o toleran. Y el gobierno parece divertirse con el espectáculo, porque una parte de sus votantes y socios están encantados con el vaivén. Yo tampoco creo que el gobierno desee la confrontación. Si lo hiciera, sería un irresponsable. Pero tiene que demostrarlo. Pregunto: ¿necesitan hacer todas las reformas juntas, en confuso tropel y en ritmo que suena a provocación? Quizá sea una técnica de Zapatero, no lo sé. Pero, ahora que ya han demostrado lo mucho que quieren cambiar, ha llegado la hora de los prudentes. Reformen lo que quieran, pero con un poco de prudencia. La misma que hay que pedir a quienes disfrutan agitando los peores fantasmas de nuestra historia.

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