1397909876Prisión para imprudentes

LA REFORMA del Código Penal que entra en vigor hoy castiga con penas de cárcel de seis meses a dos años y privación del carné durante uno a seis años a quienes condujeran vehículos con «temeridad manifiesta» -a grandes velocidades bajo el efecto del alcohol o de drogas- y pusieran en peligro la vida o la integridad de las personas. No será necesario, pues, que quien está embriagado al volante provoque un accidente para que sea condenado a prisión. El director general de Tráfico ha justificado esta medida por la «demanda social» existente. Y se equivoca en buena medida. Porque todavía persiste la incomprensible indolencia con que la sociedad asiste impávida al reguero de muertes que, cada día y cada fin de semana de manera especial, registran nuestras carreteras. La mayoría de los ciudadanos ve con suicida benevolencia el hecho de que muchos desaprensivos imprudentes vulneren todas las normas de circulación. Y cree exagerada la adopción de tan radicales medidas para impedirlo. A pesar de que el 32,7% de las víctimas mortales en carretera presenten una tasa de alcohol en sangre superior a la permitida y un 6% de ellas haya consumido drogas. El problema está ahí: el efecto disuasorio de las medidas sancionadoras es escaso si no existe una conciencia generalizada de la pertinencia de tales normas. Es decir, si entre todos no conseguimos extender la convicción social de que es preciso terminar por todos los medios con la absurda carnicería que se escenifica a diario en nuestras carreteras.