EL BALCÓN DEL PUEBLO
No nos compliquen la vida
YA SE conoce, en sus líneas esenciales, el poyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) que presenta el Gobierno para su debate en el Parlamento. Las cuentas finales verán la luz tras el chequeo minucioso en Comisión y, por último, tras aprobarlo las Cortes Generales. El dato frío refrenda que hay 320 millones de euros para León y que se recogen todos los proyectos importantes prometidos en el denominado Plan Oeste. Un Plan que presentó el propio presidente del Gobierno tras el Consejo de Ministros celebrado en nuestra ciudad y que algunos, desde la incredulidad o la necedad, calificaron de «humo y tomadura de pelo». León, de hecho, es la segunda provincia de la Comunidad Autónoma que más inversión recibe, tras Segovia. Reventar la sierra del Guadarrama es muy caro. E imprescindible para que llegue al resto de provincias el progreso en forma de Ave. También lo es taladrar la panza de la Cordillera Cantábrica. Todo tiene su tiempo. Lo que importa es que tras los programas, llegan los presupuestos, y tras éstos, las obras. Es decir: llegará el prometido despegue de León. Lo contrario sería como el desfondamiento del corredor de fondo. Aún a falta de conocer las tripas de los PGE, su envoltorio nos convence de que el Gobierno de Rodríguez Zapatero no se sale ni una coma del guión previsto. En cambio, el que se está saliendo todos los días del guión, con comas, comillas, puntos suspensivos, interrogaciones y admiraciones, etcétera, es el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. Parece empeñado en complicarle la vida a Rodríguez Zapatero. Cada día sale con una nueva idea peregrina. Peregrina y chocante. Anteayer, quizá mirando al horizonte mediterráneo, nos sorpendió con una cantinela de fósforo. Según él, Cataluña es una nación que aspira a «codecidir» en España. Alguien del Gobierno, por ejemplo el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, debe recordarle a Maragall que los ciudadanos de Cataluña ya «codeciden» en España: una persona, un voto. Todo lo demás es caciquear. Es meter el aguijón para que existan autonomías de primera, de segunda y de tercera división. En suma: es antidemocrático. Pasqual Maragall habla de Cataluña como si Cataluña fuera él. Igual que Ibarretxe del País Vasco o como lo hacía José Mª Aznar de España. Confunden su persona con la representación de unos ciudadanos que no opinan lo mismo. A lo mejor es una forma de fugarse de la realidad administrativa, con dineros escasos y demandas múltiples. Pero lo único seguro es que ningún representante político tiene derecho a complicarnos la vida y a inventar problemas a sus representantes y al conjunto de los españoles. Por eso mismo, desde el Gobierno central y desde el PSOE alguien debe recomendarle a Maragall menos demagogia, más modestia, sensatez y eficacia. De todas las maneras, los que piensan que el Fórum de Barcelona fue un pretexto cultural para conseguir unos objetivos urbanísticos, suponen también que lo de Maragall son pretextos políticos para conseguir privilegios económicos. Como los vascos. Otro error. Otro gran error.