Semana de pasión

LOS ASUNTOS de sotana van mucho más allá de los claustros y las iglesias, y se suelen defender apasionadamente por partidarios y detractores. Esta semana hemos tenido buen ejemplo de que tocar los asuntos de Dios en la tierra (o mejor dicho de sus seguidores autorizados) es tarea que desata arreboladas controversias. Curiosa relación del clero y lo laico. Y no sólo por los debates recientes, y los que quedan, sobre la religión en el sistema educativo. Llama la atención que cuando la Iglesia se pronuncia sobre cualquier asunto, la progresía andante se revuelva con virulencia, dándole así a los religiosos un estatus y un poder que quisieran negarle en la práctica. Si la Iglesia predica a sus fieles no hay nada que objetar, sea en el sentido que sea el parlamento. Si resulta que los seguidores son muchos, contarán con el poder de la mayoría; y si no son tantos, a qué tanta preocupación: será como predicar casi en el desierto. Pero no se les puede negar a los católicos la libertad de actuar y opinar según sus creencias. En cuanto al polvorín levantado por los alzacuellos en las aulas a cuenta de la reforma en la enseñanza de la religión, habría que decir que para nadie es fácil dejar ir un poder (y unas economías) que hasta ahora se habían tenido bien controladas. Nunca ha sido fácil quitar a la Iglesia ninguna de sus prevendas. Si a las cuestiones éticas nos limitamos, habría que recordar a los curas que la enseñanza de la religión tiene poco que ver con estas polémicas. Para eso están las catequesis. A la fuerza se ahorca, pero desde luego no se enseñan moral ni principios.