Diario de León

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CADA DÍA trae su afán y el de hoy para el secretario general del Partido Popular es acertar con el paso, la palabra y los nombres de quienes le han de acompañar en la aventura para convertir a su partido en una máquina creíble de oposición. Siendo esa la tarea principal no es menor el otro gran desafío que tiene planteado: convertirse, de verdad, no sólo en el presidente del PP sino en el verdadero nuevo jefe de la derecha democrática española. Conociendo su estilo, más proclive a utilizar el florete que al sable, no es previsible ningún descabezamiento, aunque no hay que descartar algún que otro pinchazo. Habrá sitió para Alberto Ruiz Gallardón como vocal en el futuro sanedrín del partido y Ángel Acebes será el secretario general. Michavila, Pastor, Loyola de Palacio, Pisonero, Elorriaga, son otros de los nombres que suenan para tener despachos en la calle Génova. El pasado martes, el presidente Rodríguez Zapatero evocaba el viaje por el desierto en el que, para renovarse, el PSOE tuvo que cambiar de líderes y de liderazgo. Era un guiño envenenado porque la figura de Almunia presentando la dimisión tras haber perdido las elecciones no ha encontrado simetría en el caso de Rajoy, pero también es cierto que el PP en las pasadas elecciones obtuvo 10 millones de votos y parte de ese capital seguramente tiene algo que ver el talante de Mariano Rajoy tan alejado, por cierto, del de su predecesor al frente del partido. Rajoy tiene varios frentes abiertos. El principal el incendio con amenaza cierta de escisión en Galicia; tiene también una situación complicada en la Comunidad Valenciana donde Camps, está intentado escribir con su propia letra y no con la de su omnipresente predecesor, el proteico Eduardo Zaplana. En Guadalajara y en Mérida también tiene a gente con el hacha en la mano, pero, a mi modo de ver, por dónde le puede entrar el agua es por el lado de esa operación para aupar al ex presidente Aznar a la peana de una presidencia de honor que ni estaba en el organigrama del partido ni el aludido -según dijo en su despedida- quería. Los ciudadanos españoles sancionaron con su voto la insensata decisión de meter a España en la guerra de Irak y el Aznar que hemos escuchado estos últimos días demuestra que no sólo no ha escuchado la voz de la calle sino que tiene una visión de la Historia de España que se aviene mal con la que debería marcar el liderazgo de una derecha moderada. A Don Quijote los gigantes se le aparecían en forma de molinos, a Rajoy la sombra de Aznar le puede confundir la dirección del camino que corresponde a la derecha española. Claro que como el propio Rajoy podría decir: puede que sea así, o puede que no. Pronto saldremos de dudas.

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