AL TRASLUZ
Centrismos
EL CENTRISMO no es una ideología, sino una actitud. El eslogan político más tramposo de la Transición, y al mismo tiempo más astuto, fue aquel de la UCD que proponía «lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda». La propuesta era una gran ocurrencia imposible. No obstante, hoy el centrismo es una realidad social incuestionable. Es y existe. Y no sólo porque para los dos grandes partidos nacionales sea una cantera potencial de votos, sino porque representa a un amplísimo sector de españoles. De ahí que haya empezando afirmando que el centrismo no es una ideología, sino una actitud. La esencia del centrismo es el respeto al otro, a su verdad, la reticencia hacia lo inamovible, su falta de miedo a los cambios. No se puede ser centrista y tener una visión de la guerra civil española, pongamos por caso, inspirada en los libros de Pío Moa. Tampoco en las memorias de Carrillo. El centro no es una forma evolucionada del conservadurismo, aunque éste es un término que debe ser redefinido, como tantos otros que se han quedado caducos en sus viejas definiciones. Quizá sea más justo hablar de centrismos, en plural. Centrismos compatibles entre sí, que conviven sin excluirse o negarse. Los partidos saben que el voto centrista es indispensable para ganar unas elecciones, precisamente porque nadie lo tiene garantizado, hay que ganárselo. Es un voto inteligente y razonado, no se da por lealtad mecánica sino por análisis. No hay centrismo posible donde no haya respeto al otro. El español ya no soporta que los políticos hablen ex cátedra.