La matrícula

HA LEVANTADO una gran polvareda la petición del catalán Carod Rovira, de que las matrículas de los coches añadan a la sopa de números actual un distintivo obligatorio por autónomía. El problema no es que, por ejemplo, a los asturianos les desagrade poner la «F» de fabada en el buga , a los gallegos una «G» de gaita o a los de Alicante la «T» de turrón. En La Bañeza, sin ir más lejos, hace ya tiempo que todos llevamos en el parabrisas una cinta con el lema «en Astorga tienen obispo y nosotros no por aburrimiento». Los rojos ponen que por aburrición . Pero, al parecer, no es ése el problema, sino que, por ejemplo, en Madrid se venden muy mal los coches de segunda mano de Bilbao o Barcelona, no precisamente por el salitre, y lo mismo a la inversa. Sería igualmente difícil revender un mercedes de León en Valladolid o viceversa, y no digamos la camioneta que transporta las mantecadas de Astorga a La Bañeza y, a la vuelta, las alubias. Si vivimos en un mundo global lo de las nuevas matrículas es como para no saber si vamos o venimos. Como ET o ZP. Años ha, una vez le paró a servidor un guardia camino de La Moncloa después de pasarse cinco calles de Madrid en dirección prohibida para hacer unas gestiones, cuando Zapatero ni gastaba aún pantalones largos. Le señalé la «LE» de León y, tras alegar que éramos de pueblo, nos dejó seguir. Me atendieron, sin más, en el edificio Inia. De aquella no se habían consolidado las autonomías, pero el entonces presidente de la UCL, Gerardo García Machado, que era el conductor, no me dejará mentir.