DESDE LA CORTE
Poder e ideología en la batalla de Madrid
MARIANO RAJOY va a pasar dos semanas entretenido. Al poco tiempo de que Fraga le presentara la paz popular gallega, se le abre otro frente en la Comunidad de Madrid. Y con emoción garantizada: estalla la guerra entre Ruiz Gallardón y Esperanza Aguire por el control regional del partido. Dicen que se oyen los cuchillos. Hasta ahora, el «desencuentro» en esta pareja de poco hecho parecía limitarse a cuestiones administrativas o roces de competencias entre la Comunidad y el Ayuntamiento. No pasaba nada: ambos personajes, excelentes actores, solían aparcar las diferencias con un par de besos cuando tenían un fotógrafo delante. Ahora se plantea una contienda por el poder. La presidenta de la Comunidad de Madrid y el alcalde de la capital no pueden convivir bajo el mismo techo de una lista. Fueron incapaces de repartirse los centros de decisión. Así de vulgar, pero así de interesante. Antes de la ruptura fracasó todo: Pío García Escudero, hombre de consenso, no quiso pelear y se retiró. Tampoco resolvió nada el intento de candidatura única. Esperanza Aguirre se reunió con Ruiz Gallardón y Manuel Cobo. El alcalde le pidió una candidatura de consenso, con esta condición: secretaría general para Manuel Cobo, o lista alternativa. «Eso es un chantaje», replicó doña Esperanza. Y ayer por la mañana, a primera hora, había lista alternativa. A partir de ahí, se amontonan los ingredientes morbosos de la crisis. Anoten por lo menos estos tres: Primero, que un partido que hasta ahora fue de «ordeno y mando»; que casi siempre llegó a los congresos con un candidato único; y que no movía un dedo si Aznar no lo autorizaba, ahora, con Rajoy, comienza a pensar por su cuenta. Segundo, la entrada en liza de Manuel Cobo, hombre de tanta confianza de Ruiz Gallardón, que es como si se presentara el propio alcalde. No hace falta subrayar los movimientos de curiosidad, recelos, sospechas y deseos que suscita el alcalde de Madrid. Y tercero, algo más decisivo para la paz del partido: se trata de de presentar la candidatura de Esperanza Aguirre como muy conservadora, algo radical y escasamente centrista. Así las cosas, valdrá la pena el espectáculo y el desenlace. Es la primera vez que en el PP se podrá medir, aunque sea en el ámbito de una región, la fuerza del centrismo como orientación del partido. Es decir, que será una buena guía para Rajoy, ahora que tiene que marcar el rumbo hacia las próximas elecciones. Está muy bien. Es democrático. No sabemos si dejará alguna herida, pero la medición de fuerzas es la mejor forma, y la más civilizada, de cerrar las crisis. Hay otras regiones donde se ha preferido taparlo todo con unos pactos tan oscuros que sólo los firmantes conocen.