LA VELETA
Fiesta nacional
CADA PUEBLO tiene su historia y hay pueblos que juntos forman países cuyos libros de Historia relatan hechos de guerra o de paz que por su trascendencia han sobrevivido en la memoria colectiva al implacable paso el tiempo. Hay pueblos y gentes que celebran victorias militares (Rusia, el triunfo sobre Napoleón y contra Hitler; Portugal, la victoria contra los castellanos en la batalla de Aljubarrota) ;otros conmemoran derrotas (Escocia o Cataluña); los más, festejan acontecimientos políticos llamados a perdurar (Francia, la toma de La Bastilla y con ella el inicio de la Revolución), los Estados Unidos y la veintena de repúblicas iberoamericanas, el día de la independencia. Otros pueblos recuerdan hechos o gestos cargados de valor o de honor: en tiempos, España celebró el 2 de mayo (la sublevación contra las tropas invasoras de Napoleón),fiesta hoy relegada a la Comunidad de Madrid. El 28 de octubre Grecia ha convertido en fiesta nacional el recuerdo del dignísimo «No» («Ohi») dado en 1940 por Atenas al ultimátum de Mussolini. Otros conmemoran la fecha de una Constitución o la proclamación de un régimen (Italia ,la República). Hay fechas (7 de octubre), aniversario de la batalla de Lepanto, dignas de ser recordadas que, sin embargo, permanecen en penumbra por obra de los cambios en los gustos políticos o por la filoxera de la ignorancia. El Reino Unido recuerda con día acotado en el calendario al Cronwell de sus días de Lord Protector, ni Rusia a Iván Grozni o a Stalin , ni Alemania a Hitler , ni Italia al duce ,ni España al general Franco. Hay hechos del pasado que es lógico que los pueblos intenten borrar de su memoria (los alemanes, la dictadura nazi; los belgas la colonización del Congo; los rusos el período soviético; los franceses el Gobierno de Vichy.), pero hay otros que es injusto que corran peligro de ser difuminados. Es el caso, entre nosotros, del 12 de Octubre, el Día de la Hispanidad. Fue denominado así en justa memoria de la llegada de las tres carabelas españolas a Guanahaní (San Salvador), y aquella gesta que marcó el principio del encuentro entre dos mundos fue y debería seguir siendo un símbolo de unidad que habría que situar al margen de las creencias partidistas. El descubrimiento por los españoles de América es un hecho que marca un antes y un después en la historia de nuestro mundo. En consecuencia, es hecho digno de remembranza. Negar la evidencia es cosa propia de gentes apegadas voluntariamente a la ignorancia. Nadie debería alentarles en su patético intento de amnesia. Celebremos, pues, sin complejos, la fiesta que conmemora aquella inmensa gesta.