EL RINCÓN
El futuro puede esperar
EL TEMA fundamental de la Constitución Europea le trae sin cuidado aproximadamente a la mitad de los españoles, que aún no han decidido lo que van a votar. A ese extenso grupo, formado por un cuarenta y tantos por ciento, hay que añadir el doce y pico por ciento de compatriotas que ya ha tomado la decisión de no votar. No puede decirse que el asunto haya despertado un enorme interés, pero puede sospecharse que estamos dormidos y nada nos desvela. Seguimos creyendo que el porvenir no es un por traer y que el futuro puede aguardar, ya que no tenemos la menor prisa. Todo parece indicar que el 20 de febrero próximo no habrá aglomeraciones. ¿Por qué la gente se interesa tanto por unas cosas, casi siempre de baja tensión, y no se ocupa de otras que pueden influir decisivamente en su vida? A nosotros, que no sólo somos Europa, sino uno de los tres países que la construyeron históricamente, eso de la Constitución Europea nos la trae floja. En la calle se habla de otras cosas: de la muerte del actor que a fuerza de interpretar a Supermán llegó a serlo en la vida real y logró hacer lo más difícil que puede hacer una persona de carne y hueso, que es sobreponerse a la desgracia. De eso sí se habla en los bares, y del cochambroso estado del campo lituano donde jugará la selección de fútbol española. La gente elige sus temas de conversación, que son, a partes iguales, las cosas que les preocupan y las cosas que le divierten. El precio de la gasolina, con eso de que el petróleo haya rebasado la cota psicológica de los 50 dólares, acapara la atención en mucha mayor escala que el anuncio de que Gallardón pueda renunciar a ser candidato en 2007 si pierde el congreso de Madrid o que monseñor Rouco Varela haya perdido un riñón. Se dice que el pueblo, eso que entendemos por pueblo, o sea, «la gente común y humilde de una población» según el diccionario, suele ser muy apasionada. Eso sólo es verdad cuando algo le apasiona. Si se lo explican mal hace lo mismo que los muertos: pasa a la indiferencia.