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Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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SEGURAMENTE el Gobierno quiso el 12 de octubre, con el homenaje a un voluntario de la División Azul del Ejército nazi de Adolf Hitler, avanzar algo en el difícil camino de la superación definitiva del inmenso trauma que supuso para la mayoría de los españoles nuestra guerra, pero resulta obvio que no ha podido hacerlo peor: equiparar simbólicamente a un veterano luchador por la democracia y la libertad (el otro homenajeado defendió al Gobierno legítimo de la República y contribuyó a liberar Europa del yugo del III Reich) con un voluntario fascista adscrito al ejército extranjero que desencadenó la peor matanza de la historia es un disparate que, lejos de contribuir al olvido, suscita el más enojado y reactivo de los recuerdos. Lo mejor que se puede hacer con los caídos en las sucias guerras es, siquiera porque en vida se les condujo a una muerte inútil y ominosa, dejarles en paz, o, cuando menos, no emparentarlos con las cos as militares, tan co-causantes de su desgracia. La recuperación de la memoria, el homenaje a las víctimas del franquismo (de su guerra y de su represión), la restauración de la verdad histórica y el reconocimiento legal e institucional de la misma, son asuntos políticos, de alta y necesaria política, y no de militares, pues aún en el caso de no haberse dado el martes ese esperpento en la Plaza de Colón, ese tipo de gestos ni resuelven ni alivian nada, sino todo lo contrario, esto es, que eternizan y agravan los pasados ultrajes a la democracia y consolidan aún más si cabe la confusión. El ministro Bono debe estarse quietecito hasta que afine un poco más en sus conocimientos de la historia.