Diario de León
Publicado por
CARLOS CARNICERO
León

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JUAN MARÍA ARZAK y Pedro Subijana, dos de los más importantes cocineros españoles, forman parte del imaginario de un País Vasco inteligente, cosmopolita, cultivado y abierto al mundo que durante todos estos años de horror y extorsión han hecho guardia permanente al frente de una sociedad que buscaba sobre todo su normalidad. Ahora han sido imputados por las declaraciones de un presunto miembro de ETA por haber sucumbido a la exigencia del llamado «impuesto revolucionario». La lista de quienes han pagado a la organización ETA, en todos los años de su historia es, presumiblemente, mucho más amplia de la de quienes se han negado a satisfacer esa demanda. De entre estos, los hay que abandonaron el País Vasco por temor a las represalias y quienes se quedaron, corriendo un riesgo físico evidente, al frente de sus negocios, sus proyectos profesionales y sus familias. Algunos pagaron su valentía con el secuestro y otros, incluso, con la muerte. Han sido héroes, muchos de ellos anónimos, en años extraordinariamente difíciles para el conjunto de la sociedad vasca. Pero la condición de ciudadanos ejemplares de quienes fueron capaces de hacer frente a la extorsión, no convierte en abominables a quienes finalmente sucumbieron al temor y pagaron el chantaje. Linchar ahora a estos dos restauradores vascos por haber sucumbido a sus propias angustias es un acto miserable. Nadie podrá discutir que hubiera sido mejor que no pagaran la extorsión de ETA, pero en ese universo mezquino, quienes tienen que ser reprobados son, en primer lugar, los bellacos que les amenazaron y no sus víctimas. Si estos vascos ilustres hubieran sucumbido al miedo, emigrando del País Vasco, ETA hubiera dejado de ingresar fondos, pero el País Vasco hubiera perdido una parte de su alma democrática, culta e inteligente, en un hemisferio en donde los bárbaros, desde hace más de veinticinco años, pugnaban porque el desistimiento hiciera de Euskadi un páramo en donde sólo creciera el odio de sus propias raíces terroristas. Si algo merecen Juan María Arzak y Pedro Subijana -y todos los que sufrieron la insoportable exigencia de ETA y terminaron por pagar- es apoyo, consideración y solidaridad por las angustias que sin duda pasaron al tener que hacer frente a las amenazas hasta el punto de pagar para poder seguir viviendo en Euskadi. A los otros, a los que no pagaron, agradecimiento eterno por su valor por haber tenido el coraje de resistirse y por haber sido ejemplo para todos. Pero no es hora de revanchas, sino de extender la mano a todas las víctimas de las amenazas de ETA; Juan Mari Arzak y Pedro Subijana, sin duda lo fueron.

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