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JUAN F.PÉREZ CHENCHO
León

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SOBRE el rostro agrietado de un campesino, con arrugas como surcos, no sé si era de Toral de los Guzmanes o de Noceda del Bierzo, asomaban dos lágrimas. Eran como el símbolo inmenso del dolor y del sufrimiento. No lo pude soportar y abandoné por el atajo del pasaje de San Angustín. La manifestación arropando a los familiares de Silvia y de Aurora, las dos policías en prácticas cruelmente asesinadas en Barcelona, y a los vecinos de las dos localidades leonesas congregó a miles de personas. Los medios informativos y la policía local estiman que superó las cinco mil. Fue una manifestación palpable de la solidaridad de toda la provincia en la adversidad y el dolor. Una manifestación de silencio, rabia y exigencias. Lo llenó todo la pancarta exhibida en el cabezal: «Justicia». Las hermanas de las dos policías, Noelia Nogaledo y Mar Rodríguez, leyeron el manifiesto final: «Deben tomarse medidas para que nunca se repita algo parecido». Estas escenas finales no las vi en directo. Soy débil, no un periodista pétreo. Quizá por eso mismo la única sección del periodismo que jamás he ejercido ha sido la de sucesos. Me dicen que se multiplicaron las lágrimas. Algunas fotos lo confirman. Y como broche final, los corregidores de las dos localidades entregaron al subdelegado del Gobierno, Francisco Álvarez, la petición de «Justicia» para que la remita a dos leoneses: al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y al ministro del Interior, José Antonio Alonso. No por su condición de leoneses, sino por sus cargos. De todas las maneras, como ya escribí en algún «balcón» anterior, está bien claro dónde deben residenciarse la responsabilidad y la aclaración de los hechos. Insisto en las dos diagonales ya voceadas. Por un lado, en la jueza de vigilancia penitenciaria. Debemos esperar que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), tan atento a batallas partidistas cada día, investigue con rigor y seriedad el funcionamiento de ese Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. Si se confirman las sospechas e indicios, concedió mecánicamente el permiso al asesino sádico y torturador. Vamos, que la libertad de un psicópata se otorga con la misma ligereza y desparpajo que uno echa un boleto de La Primitiva. Eso por un lado; por otro, la responsabilidad afecta de lleno al Departamento de Prisiones de la Generalitat de Cataluña. Que su Parlamento, tan entrenido en discusiones sobre territorios, símbolos y entelequias, se preocupe mucho más de cómo se prestan los servicios que tiene transferidos a los ciudadanos de carne y hueso. Y en concreto: Cómo pudieron sus funcionarios informar favorablemente la concesión del permiso penitenciario. Todos los leoneses, no sólo los que se manifestaron el domingo unidos en el recuerdo a Silvia y Aurora, lo vamos a seguir exigiendo. Y no lo vamos a olvidar. Hoy se celebra el Día Mundial del Cáncer de Mama. El sádico y torturador no les otorgó a Silvia y Aurora la oportunidad de padecerlo. Ni tampoco de que, llegado el caso, se lo curara el doctor Fáes, que de eso debe saberlo casi todo.

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