Diario de León
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RAMÓN LUIS ACUÑA
León

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EL MINISTRO de Defensa José Bono se mete en camisas de once varas. Y vaya resbalón, no podemos dejar de comentarlo aunque sea a toro pasado. Creyó Bono nada menos que se podía pasar de puntillas por la memoria de la guerra civil, ahí es nada. Fue una acumulación de despropósitos la que protagonizó el día de las Fuerzas Armadas al imaginarse zanjar la reconciliación de las dos Españas sólo con hacer desfilar a regañadientes, uno al lado del otro, a un rojo y a un nacional. Pretendió acelerar la historia. ¿A quién se le ocurre decidir sin consultar de forma clara con los interesados que un republicano español y un miembro de la División Azul iban a reconciliarse sólo por el hecho de coincidir en un mismo acto? El desliz abre de un golpe todas las heridas que se estaban restañando lentamente desde hace casi setenta años. No se puede jugar impunemente con recuerdos tan indelebles. Ahondemos en la magnitud de las equivocaciones del ministro para darnos cuenta de su calado. Sucedió con ocasión del encuentro que acabó como el rosario de la aurora entre dos veteranos de los enfrentados en el 36, Luis Royo, que tomó parte en la liberación de París con la famosa División Leclerc de la II Guerra Mundial y Ángel Salamanca, enrolado en la División Azul. ¿Por qué arte de birlibirloque iban a hacer las paces estos dos excombatientes de bandos antagónicos? Fue un craso error forzar el encuentro, era prematuro, aún no están apagados del todo los rescoldos de la contienda. «Cuando nosotros luchábamos por la libertad, vosotros ayudabais a los nazis», espetó Royo según recogió la Televisión, a lo que Salamanca sólo replicó que no era momento de discusiones. España aún no está madura para una reconciliación y menos para un simulacro de reconciliación ficticia, sobreentendida, que no quiere decir su nombre. ¿Qué necesidad teníamos de saberlo? Además le dio por hacer diplomacia y alta política internacional para las que no está dotado, extralimitándose y arrogándose el papel del ministro de Asuntos Exteriores e incluso el del propio presidente del Gobierno. Tras decidir invitar a militares franceses e italianos al desfile, cosa a la que nadie iba a oponerse, se las arregló para meter un dedo en el ojo a los Estados Unidos gratuitamente al comentar la supresión de la participación de tropas norteamericanas en la parada del día de las Fuerzas Armadas con una frase desafortunada, desproporcionada, grandilocuente que no venía al caso. España no se pone «de rodillas» a las órdenes de un gobierno extranjero sea el que sea, proclamó. Con ministros como éste el Gobierno «no necesita» a la oposición, se podría decir. Y yo que creo que todo lo hace con buenas intenciones.

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