El moro en Casa Benito

POCO antes del verano el Cabildo de Santiago de Compostela decidió retirar de la fachada de su catedral la estatua ecuestre de Santiago Matamoros. La verdad es que el tremendo patrón de los gallegos tiene un mote que acongoja y es lo menos políticamente correcto para los tiempos que cabalgamos. Y el otro día la Diputación General de Aragón acordó igualmente suprimir de su histórico escudo las cuatro cabezas de moros decapitados que lo adornaban desde los remotos tiempos medievales en que los maños reconquistaron Huesca. Nadie había caído en la cuenta hasta ahora y, si no es por los políticos, ni nos enteramos de la historia. Arrepentidos los quiere Dios y sería conveniente también que en las fiestas de moros y cristianos de Alicante dejaran alguna vez ganar a los primeros o, por lo menos, empatar, dado que siempre ganamos los nuestros. Un talante versallesco y como de las mil y una noches recorre España desde que Zapatero propuso en la ONU el famoso «diálogo entre civilizaciones». Para dar ejemplo y no ser menos que gallegos y maños el presidente del Gobierno debería también prohibir en su pueblo, que es León, la tradición de «matar judíos» por Semana Santa en el Barrio Húmedo. Tiene, incluso, más sentido, porque empiezas con tres limonadas o cinco y, aunque tengas la suerte de no discutir con nadie en Casa Benito, lo más seguro es que un guardia municipal te quite, a la salida, el carné de conducir por puntos. Sería injusto con los judíos. Aparte de que la limonada es de garrafón (la de Benito, no).