Y usted, ¿cómo lo ve?

TODOS llevamos nuestra cruz, pero hay que reconocer que la más pesada es la del ministro de Defensa, José Bono, que el próximo mes de noviembre viajará a Rusia para devolver una cruz ortodoxa que los soldados de la División Azul se trajeron a España, después de dejar en la nieve otras muchas cruces de madera. La Cruz pesa lo suyo. Es de cobre dorado y está rematada por una paloma, ya que las palomas -ave lasciva, la llamó Góngora- sirven para todo. Lo mismo para representar al Espíritu Santo que para simbolizar la paz, o llevar mensajes de punta a punta. Se orientan muy bien y sus deposiciones son destructoras. Esta de la que hablamos vivía en lo más alto de la cúpula central de Santa Sofía de Nóvgorod y no daba un ruido desde el siglo XI. Ni el más mínimo zureo. Son gestos de reconciliación, pero quizá encubran revisiones históricas imposibles, manejadas interesadamente por los políticos. Quieren volver del revés el maloliente calcetín de la Historia, que es algo que cada uno ve a su manera. Ahora todos miran para un lado, con grave riesgo de contraer tortícolis. Parece como si ignoráramos que lo único que modifica el pasado es el perdón. Lo más gracioso de todo es el propósito del presidente del Gobierno aragonés de suprimir del escudo de Aragón las cuatro cabezas de moro cortadas que aparecen en el tercer cuartel, en la parte inferior izquierda, junto a una cruz de san Jorge. Se pretende conciliar al inverosímil apóstol guerrero con Bin Laden y bajarlo de su caballo blanco para ponerlo a caer de un burro. La comunidad islámica quiera reclasificar la toma de Huesca en 1096. Ya puestos, deberíamos echarle una ojeada a Aljubarrota y a Lepanto y así hasta llegar a Viriato, el héroe que tenía una pelliza más sucia que la Historia. Todo depende de cómo se desempañen los espejos retrovisores. Hay quienes le echan un aliento donde la halitosis es evidente. Otros, más cándidos, creen que es factible cambiarlo todo mirándolo de otra manera, a ver si llega a ser como nos hubiera gustado que fuese.