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EL BALCÓN DEL PUEBLO

Eficacia y discreción

Publicado por
JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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QUERÍAN darle otro golpe a España, el más importante de su historia. Como si la sangre de las 192 víctimas mortales del 11-M no hubiera sido suficiente para saciar su sed de terror. Un comando islamista o célula de Al Qaida pretendía cometer otro gran atentado en nuestro país. Habían cifrado hasta el número de muertos: medio millar. El objetivo era la sede la Audiencia Nacional, o en su defecto, la del Tribunal Supremo. Los integristas islámicos, «peligrosos y extremadamente radicales» según versión de los confidentes, han sido detenidos. Una gran noticia. La hemos celebrado todos. Una noticia que, cosida a la detención reciente de la cúpula etarra en Francia, demuestra que el Ministerio del Interior, dirigido por el leonés José Antonio Alonso, está funcionando a pleno rendimiento. Y sin «bajar la guardia», como reconoce el ex-presidente José Mª Aznar en su libro de memorias que ocurrió en el Departamento cuando lo dirigió Ángel Acebes, justamente en vísperas de la masacre del 11-M. A José Antonio Alonso se le lanzaron a la yugular por afirmar que hubo entonces «imprevisión política». Su antecesor llegó a la ofensa más repugnante: le llamó miserable. Durante un par de meses fue el centro de la diana crítica de quienes nunca aceptaron la derrota electoral. A José Antonio Alonso se le llegó a criticar que hasta respirara. Pero aquellos ladridos son hoy palmas. Incluso columnistas azules no dudan en piropear al actual ministro, al que ya ven en el podio de los grandes responsables de Interior. Sin duda, el ministro de Interior es el que más solidaridad, apoyo y fortaleza debe tener. No me refiero a la persona, sino al cargo. Es como un hombre de Estado, al que confiamos nuestra seguridad. No tiene la misma dimensión que desde Hacienda nos eleven el precio del tabaco, que se desmantele una red que iba a sembrar a Madrid, a todo el país, en una encrucijada de desolación. En la Comisión de Investigación del 11-M está quedando claro que Policía y Guiardia Civil, de forma descoordinada, tenían controlados a los terroristas, pero por falta de medios, empezando por traductores, no llegaron a percibir la magnitud de lo que estaban tramando. Con la detención de esta célula islamista que pretendía atentar contra la Audiencia Nacional o el Supremo, y cuyos miembros estaban dispersados por varias provincias españolas, con órdenes argelinas desde Suiza, se desmuestran varias cosas. Primera: Que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están atentos, coordinados con otras europeas y que así deben seguir. Segunda: Que puede haber más células durmientes y fundamentalistas haciendo vida normal, incluso modélica, pero ciertamente también parece claro que, al igual que los actores del 11-M, tienen que adquirir aquí los explosivos y, en consecuencia, debe acentuarse el control y vigilancia de las Fuerzas de Seguridad. Y tercera, y sobre todo: Que desde el Gobierno, desde los responsables políticos de los partidos, desde todos los ángulos, se tiene que hacer lo que se tiene que hacer: Hablar menos y poner más medios en esa lucha antiterrorista de forma discreta y eficaz.