Diario de León

LA VELETA

Fidel y la provocación

Publicado por
JOSÉ MARÍA CALLEJA
León

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LA DECISIÓN del Gobierno de Fidel Castro de reenviar al diputado del PP Jorge Moragas a España, sin dejarle estar en la isla, como era su voluntad, refleja hasta qué punto aquél no es un sistema democrático, demuestra  el rechazo férreo a cualquier influencia externa y certifica que el inmovilismo es la política preferida por el dictador. Se puede simpatizar o no con Moragas, pero decidir que este diputado es el problema y echarle la culpa, obviando la evidente responsabilidad de la dictadura de Castro, es un ejercicio de hipocresía, no precisamente progresista, desde luego. A estas alturas del régimen, ni Izquierda Unida ni ERC son capaces de definir a la feroz represión como lo que en realidad es y prefieren sacudir al PP , antes que criticar a un sistema que lleva en si la máxima expresión de corrupción: la ausencia de libertad. Se ha dicho que Moragas es un provocador. Es evidente que su viaje no es casual. Con su intento de entrar en la isla, el enviado del PP pretende evitar que la Unión Europea cambie de posición respecto de Cuba. Pero si saludamos el espíritu provocador en los casos en los que se pone de relieve la existencia de una situación injusta, si aplaudimos las provocaciones que desenmascaran dictaduras de derechas o ridiculizan regímenes obsoletos, no podemos en Cuba ver solo la provocación y olvidarnos del problema que la origina, porque, de esa forma, estaremos engordando al régimen dictatorial. Se dice, por parte de los responsables del PSOE, que es más fácil conseguir la democracia en Cuba, ayudando de forma sutil, abriendo vías de diálogo, tendiendo puentes de acercamiento con la isla; que de esta forma se avanza más en el proceso de liberación que con la actitud hosca de Aznar o el bloqueo de Bush. Bien, lo cierto es que en la etapa de Gobierno de Felipe González, se mantuvieron unas relaciones edulcoradas, de simpatía, buen rollito, acercamiento, diálogo y todas las demás palabras que se quieran poner en el catálogo de las buenas intenciones; no hubo forma, el resultado fue el mismo: Castro en el poder, la corrupción rampante y la oposición en la cárcel o en el exilio. Es decir, con Castro se han intentado todas las políticas por parte de España: desde la comprensión, ayuda y simpatía de Felipe, hasta la mano dura de Aznar, pasando por las lágrimas de Fraga. El resultado es invariable: Castro sigue en dictador y la oposición en prisión. No sé, quizás esto demuestra que el problema está en el sátrapa y no en cómo le miremos los demás, y quizás la única solución sea su desaparición, por muerte natural, ya que la oposición, como pasó aquí con Franco, no parece suficiente como para acabar con él.  

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