Diario de León

DESDE LA CORTE

La pasión de los muertos

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FERNANDO ONEGA
León

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CUANDO este cronista empezó en este oficio, su primera sorpresa fue ver a un maestro del periodismo que reclamaba escribir todas las necrológicas. Al principio pensé que era un necrófilo. Después me lo explicó al calor de un cubata: «Es que a mí los muertos se me dan como nadie». Lo recordé ayer, con un poco de nostalgia, al escuchar lo discutido en el Congreso. De una parte de nuestra clase política se puede decir lo mismo. Ayer por la mañana hubo una sesión, otra sesión, donde los protagonistas han sido los muertos; casi todos los muertos, dolorosos muertos, de los últimos tiempos relacionados con algún aspecto de la política. Y claro: por donde pasea la muerte, se desata la pasión. Ha sido, en ese sentido, un plenario muy español. Tenemos un ministro de Defensa, José Bono, que se ha planteado como una cruzada personal descubrir todos los aspectos del accidente del Yak-42. Y lo hace como si fuera su única misión en el Ministerio, una vez pasado el Desfile de la Hispanidad. Actúa con métodos de inspector de Hacienda o del mismísimo James Bond, y se presenta en el Estado Mayor de la Defensa en busca de papeles, como si tuviera la impresión de que lo están engañando. Y después, habla. Y siempre que habla descubre un dato nuevo. El de ayer es también impresionante: por ahorrar un cochino millón de pesetas, se escogió un avión deficiente. Las acusaciones de Bono caían sobre el hemiciclo como flechas al corazón del Partido Popular. Por eso este partido, por boca de Eduardo Zaplana, reaccionó sacando de su tumba otros muertos: los del GAL. Cada día es más frecuente ver a dirigentes del Partido Popular enseñando esos cadáveres como aviso o amenaza. Ayer se alcanzó el máximo nivel: las víctimas del Yak son fruto de un error. Las del GAL son resultado de crímenes. En cualquier momento, en un arrebato de pasión, se dará el paso siguiente, que el cuerpo le empieza a pedir a algunos dirigentes del Partido Popular, hartos de tanto revisionismo: que se reabra ese caso en sede parlamentaria, se investigue la paternidad política y se exijan responsabilidades. No creo, nadie puede creer, que se llegue tan lejos; pero atención al ambiente. Ayer, tal como discurrió el Pleno del Congreso, daba la impresión de que cada uno de los mayores partidos de España tiene algún muerto que reprochar al contrario. Uno, por fallos lamentables; otro, por acción o inspiración directa de sus antecesores. Y no olvidemos que las víctimas del 11-M andan también por ahí, buscando un responsable o una consecuencia electoral. No quiero hacer dramatismo. Sólo puedo decir que, cuando el debate político se centra con acusaciones, reproches y pasión en los muertos, algo está fallando. Puede ser el sentido común.

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