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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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EL PRESIDENTE del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha convocado a los presidentes de las diecisiete comunidades y dos ciudades cutónomas a una reunión en el Senado. Es, qué duda cabe, y sobre todo se pretende que sea, una reunión trascendental. Es también una reunión absolutamente insólita: Zapatero ha venido propugnando que se otorgue mayor relevancia y protagonismo a los presidentes de las comunidades autónomas, y él ha sido el primero en actuar en esa dirección. Primero, se reunió con cada uno de ellos, para expresarles el deseo de mantener contactos periódicos y frecuentes y para escuchar de cada uno de ellos sus aspiraciones y propósitos para cada una de las regiones autonómicas que presiden. Más tarde, les anunció la convocatoria de esta cumbre del próximo día 28, y en recientes declaraciones periodísticas señaló algunas materias y responsabilidades que quería que residieran en este grupo de los veinte. No hay duda de que, a modo de ejemplo, proponer que los presidentes autonómicos aborden, discutan y traten de hallar soluciones a un problema tan arduo como la financiación de la sanidad en todas y cada una de las Comunidades autónomas, debiera ser atractivo más que suficiente para conceder importancia y trascendencia a esta reunión. Buena parte de las comunidades están padeciendo las consecuencias de una gestión sanitaria que desequilibra el conjunto de sus cuentas, y para algunas, la deuda ya acumulada o en fase de acumulación, por ese concepto, llega a hacerse insoportable. Se estima que esa deuda sanitaria puede sumar en la actualidad los 4.500 millones de euros, nada menos. Únicamente con que se alcanzara el suficiente consenso y se pusieran las bases para un acuerdo en esta materia, «la reunión de los presidentes» habría alcanzado una extraordinaria trascendencia. Pero ya se han comprobado, también, las dificultades de su propia convocatoria. Desde el primer momento existió la duda de si el presidente de la comunidad vasca se comportaría como cualquiera otro de los presidentes autonómicos de la nación española. Y aún está por ver que así sea. Hay serias y preocupantes dudas y clara división de opiniones: el Gobierno confía. Por más que el lehendakari haya alegado compromisos anteriormente asumidos. La especificidad, singularidad y peculiaridades a los que vienen aspirando los dirigentes nacionalistas para Euskadi pudieran entorpecer y desbaratar, siquiera en parte, el éxito de esta iniciativa. O bien, todo lo contrario: constituiría todo un precedente para un foro de debate y decisión de los grandísimos asuntos del Estado, planteados a los veinte presidentes de la nación.

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