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TRIBUNA

Vagón de cola para la familia... de momento

Publicado por
ENRIQUE CIMAS
León

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SABIDO es que los viajeros por tren suelen eludir, si pueden, las plazas del último vagón. Porque los traqueteos de esa unidad se hacen físicamente inevitables y molestos. Y si la velocidad del convoy es alta, hasta es posible llegar a sentir algo parecido al bandazo centrífugo; es decir, como si en una sacudida el vagón se fuera a salir de las vías en cualquier momento. Pues bien, a la familia española, la de toda la vida, cabe aplicarle este símil ferroviario, ya que la desatención, e incluso hostilidad, en el tratamiento para con ella se hacen tan evidentes, que todo apunta a un acoso programado para que se vea obligada a marchar en el coche de cola de la nación. Nada significa para determinados gobernantes que Francia, Alemania -precisamente ellos...-, Inglaterra y otros países desarrollados, favorezcan a ésta célula social primigenia con políticas proteccionistas, para que acá, en cambio, se le postergue ; y para que con mayor o menor grado de insensibilidad, sea capitidisminuida en su innata función procreadora. Con, por ejemplo, medios tan progresistas como la píldora del día después y las prácticas abortivas y contraceptivas, a go go. O con las llamadas leyes de plazos para matar, a la carta, al ser humano en su evolución fetal. Pero no, que va; nosotros somos originales y vamos a formar parte del primer pelotón del mundo que contraponga a la genuina naturaleza conyugal hombre-mujer, el invento «matrimonial» mujer-mujer, hombre-hombre ; aunque no importe lo que tengan que decir a la postre los hijos de una mujer transmutada en lesbiana; o de diferente legitimidad genética (madres de alquiler, inseminación artificial, etcétera) vinculada a cualquiera de los consortes . Y, por qué no, también pueden llamarse a la parte los chicos adoptados por una pareja. A todos se les pueden plantear problemas de convivencia en tan extravagante atmósfera familiar. Además de dificultades originadas en un nada improbable divorcio de los padres (término -aquí- antitético donde los haya), y con ello, la casi segura deriva, hacia un casuismo jurídico, y presumiblemente judicial, complejo: herencias, particiones de bienes, tutelas, posteriores adopciones y localización de un nuevo hogar de gentes pertinentes, en hogares verdaderamente normales. El menor es acreedor a la dignidad, como persona, y a un trato afectuoso; ya que bastante va a tener con su adopción por parte de un engendro de equívocas coyundas, al cual, para mayor escarnio de la familia corriente, quieren denominar matrimonio. La más antigua de las sociedades, y la única natural (decía Rousseau) es la familia. Y Montesquieu lo corroboró con una bella imagen: «La familia venturosa es una nave que durante la tempestad está sujeta a dos anclas: la religión y las costumbres»... En la presentación de credenciales de Jorge Dezcallar, como embajador de España ante la Santa Sede, Juan Pablo II subrayó que «los responsables públicos tienen la obligación de defender la vida, en particular la de los más débiles e indefensos. Las verdaderas 'conquistas sociales' son las que promueven y tutelan la vida de cada uno (...)». ¿Existe algo más indefenso (ojalá los ecologistas empezasen sus programas por ahí) que un ser humano germinando en el seno materno?. Asistimos a un preocupante espectáculo localizado en el acoso a la Familia, a la Iglesia y, por su efecto bumerang, a la sociedad misma. El Poder actúa con un rigor sistematizado, y de ansias inaplazables. «Cosas tenedes Cid, que farán fablar a las piedras...». El empecinamiento disolvente de los administradores de turno, dirige sus andanadas contra tres objetivos perfectamente delimitados: 1º) Desarraigar de la sociedad el conocimiento, de todo lo que huela a moral católica. 2º) Desmembrar los elementos estructurales de la familia tradicional española, sustituyéndolos por un inconexo conglomerado de «familias distintas»: a) parejas de hecho; b) de padre o madre divorciados y, frecuentemente, vueltos a emparejar, con o sin papeles; c) parejas homosexuales legalizadas, simplemente, o a través del matrimonio con el que nos amenaza el Anteproyecto de Ley del Gobierno, y d) grupos originados en las reclamaciones de los transexuales. ¿Respeto para todas esas personas de los supuestos citados?. Total. Respeto, y solicitud moral y afectiva, que es lo que la Iglesia nos recomienda a los creyentes. Pero sordina y rechazo para los sedicentes provocadores de montajes matrimoniales contrarios al derecho natural y al sentido común. Para ellos, y para quienes los corean, (tal vez con ánimo de lograr óptimas cosechas electorales...) Y 3º). Un apartado, este, en el que hemos de fijar la atención de forma muy especial sobre la machacona reiteración del Gobierno de España en su propósito de desterrar la enseñanza religiosa de los centros docentes. De fundamentalismo laicista y laicismo agresivo ha calificado el Cardenal Herranz, hace unas fechas, en L¿Osservatore Romano , ese afán iconoclasta de perseguir derechos y tradiciones de la Iglesia católica, cuyo credo proclama como suyo -con datos contrastados- nada menos que el ochenta por ciento de la población. Si se pudiera personificar en alguien la autoría del diseño de tan cáustica producción legislativa, ¡qué triste privilegio el de ese alguien!, influyente sin duda. Porque hace falta mucho reconcomio moral, o espiritual, mucho afán vindicativo y de revancha, como para alumbrar tales ideas al yogur, desde unos presupuestos políticos tan imperativos y opacos. Con la saña de quien escupe al cielo y siempre recibe el propio salivazo; modernos Julianos ( Venciste, Galileo ) obsesionados en un programa extremolaicista. Se trata, si, de meter a la Iglesia, y a la familia de siempre, en un vagón ínfimo, pleno de incomodidades e inquietudes viajeras, rumbo a una estación utópica, y en realidad inhóspita. Resultando ello más intolerable si se tiene en cuenta que el caminar por las sendas de la vida nunca fue fácil para la familia. A los obstáculos, impedimentos y remontadas de cada día, nos agregan ahora arbitrismos -socapa democrática- en forma de leyes, decretos u órdenes ministeriales, que socavan la delicadísima arquitectura familiar situándola al borde de su hundimiento. Sin embargo, aunque estas consideraciones vayan en nosotros unidas a dolor y lamento, la respuesta siempre indudable ha de ser -y está siendo- de confianza plena en nuestras convicciones cristianas. Al fin y al cabo, Él lo dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos»... Sí, llueve. Pero hay abundancia de paraguas dispuestos a contrarrestar el temporal; muchos corazones plenos de coraje, al mismo tiempo que de ternura, para defender lo que es suyo: el árbol familiar. Que siempre fue predio de Dios, fruto del amor y dictado de la naturaleza. Ha dicho recientemente un obispo que tenemos que centrarnos en lo importante e ir apartando los lamentos... Yo por mi parte, me voy a toda prisa, porque no quiero perder el tren de la esperanza. Mía, y de mis nueve hijos y nueve nietos. Pese a que tenga que hacerme un hueco en el vagón de cola... de momento.

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