Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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EL PRÓXIMO líder del centro derecha francés, Nicolás Sarkozy, ha aprovechado su último acto como ministro de Finanzas (la presentación de los presupuestos del 2005) para hacer sonar la alarma por la «espiral infernal» de veinte años de mala gestión en Francia, que han desembocado en una economía endeudada, burocrática, improductiva y generadora de paro y de desigualdades. Sarkozy, que asumirá próximamente la dirección de la Unión por un Movimiento Popular (el partido de Chirac) hace tiempo que se manifiesta sin pelos en la lengua. Y esta vez, apoyándose en un informe de Michel Camdassus, ex presidente del FMI, ha hecho un balance demoledor. Según él, «Francia está en la situación de una familia endeudada hasta las cejas, que gasta mucho más de lo que gana, que no tiene dinero para dar educación a sus hijos y que todavía decide trabajar menos». ¿En qué se nota algo tan dramático? En que «la deuda pública aumenta» y en que el peso de sus intereses «disminuye el margen de acción del Estado». De modo que, «si no se toman medidas, el sistema estallará con violencia». «Desde hace más de diez años, Francia trabaja menos que sus primeros interlocutores económicos. Perdemos terreno. Retrocedemos». ¿Se puede ser más contundente? Sí. Sarkozy fue más lejos al recordar que, por medio de la deuda pública, están trasladando a sus hijos «una herencia envenenada: ellos tendrán que pagar nuestro déficit y el descontrol del gasto». ¿Soluciones? Las hay. Pero pasan por empeorar la política social del Estado, haciendo que se trabaje más horas, se contenga el salario mínimo y se bajen los impuestos. O se da ese «aldabonazo» o el «mal francés» se extenderá, con nefastas consecuencias.

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