Diario de León

TRIBUNA

Violencia de género masculino plural

Publicado por
VENANCIO IGLESIAS MARTÍN CATEDRÁTICO DE LITERATURA
León

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«MACHOS del mundo, uníos. Nos quieren robar nuestros derechos. Un grupo de marimachos envidiosas de nuestra virilidad pretenden arrancarnos lo que es nuestro. No deberíamos enseñarles ni el catón. Ahora todas la mujeres quieren ir a la universidad y ponerse delante de nosotros y decir, somos iguales, tenemos los mismos derechos. Pero cómo puede una mujer hablar de derechos. Las mujeres tienen exclusivamente deberes que están unidos a su condición de madres. Ellas han abierto el frente. Pues bien, démosles su merecido. Muerte violenta a las viejas porque no han sabido educar a las hijas en la sumisión y el silencio. Muerte a las muchachas, sacos de lascivia, con sus atuendos pornográficos y su lenguaje desvergonzado. Muerte a las casaderas porque sin ser vígenes quieren casarse de blanco y porque, premeditadamente, rechazan el deber que impone el matrimonio, a saber, los hijos. Muerte a las casadas porque pretenden seguir un trabajo fuera de su casa, que es donde los hijos reclaman su presencia. Muerte a las trabajadoras porque pretenden los mismos sueldos que los varones y además pretenden puestos superiores desde los que dominarnos. Muerte a las feministas que son las verdaderas culpables de esta horrible situación en que las esclavas pretenden libertad e igualdad. Y muerte a las monjas, también. No nos dejaremos dominar. ¡Oye, pero no las mataremos a todas porque nos quedamos solos! Seleccionemos a las que muestren predisposición a la obediencia y quieran ser el eslabón que ate a las nuevas generaciones, porque ha de aparecer pronto el nuevo hombre dadá...». La división de la sociedad en frentes, como el que sugiere este manifiesto-panfleto, no es otra cosa que una creación de la mente maniquea de idiotas, para uso de idiotas. No hay violencia de género masculino plural, que algunos definen desde la óptica femenina y consistiría en la violencia que tantos hombres ejercen sobre la mujer por el mero hecho de ser mujer: eso es paranoia. La violencia en todas partes es la misma y se ejerce sobre el más débil. Siempre ocurrirá igual. Este mundo es tan gilipollas como los que se nos prometía para después de la muerte: un mundo pretendidamente feliz con clases rígidas y otro de violencia eterna. Si se abre la televisión, la ventana al mundo, aparecerá inmediatamente la violencia que se ejerce sobre el hombre sea hombre o mujer por ser objeto: se brutaliza la imagen de mujer y hombre en desfiles de modelos, cotilleos para deficientes, anuncios para tarados y programas de estupidización en general. Y eso es independiente del «poder» porque ello mismo es el poder. Pero si quiere ver violencia asómese a los telediarios. Allí sí que aparece la violencia genérica de la cual era parte la otra: hombres y mujeres, niños y niñas rescatados de los escombros, despanzurrados por una bomba, prostituidos por un turismo de putos y putas y degenerados; mujeres famélicas que huyen de guerras; hombres en huesos, andando miles de quilómetros para morir en cualquier sitio; selvas que se destruyen, especies que se extinguen, incendios provocados, pateras que se hunden, supervivientes de mirada atónita y últimamente, por medio de una cadena al servicio de la «verdad», ejecuciones en directo de gente inocente ¿por qué no? Y armamento, armamento, armamento. Oh, Dios. ¡Y Palestina! «¿Cómo hablar de Palestina sin lanzar un gemido?» Ante este espectáculo de violencia ¿qué significan unas cuantas mujeres apaleadas o muertas por sus maridos con todo el dramatismo que eso lleva y la pornografía que añaden los media? ¿Qué significa una asignatura en la escuela para combatir la violencia de género? ¿No parece, además, que lo que quiere el populismo político es desviar la atención de todos esos factores «educativos» que compiten con los colegios a saber: la tele, el cine, la movida, el alcohol, el pastillamen de fin de semana, el ruido, la velocidad y la violencia de la calle, la play station etc.? Sólo a un idiota se le puede ocurrir que la educación se da en la escuela. La escuela puede potenciarla, pero el sujeto de la educación ya viene dirigido por una familia con los valores y desvalores que la sociedad vive. De repente, por otra parte, el profesor, a quien solía acusársele de no tener más regla pedagógica que la de que «la letra con sangre entra», el profesor que puede tener el mismo problema de violencia doméstica que cualquier hijo de vecino, deberá aprenderse una nueva asignatura y además su metodología: «La violencia de género». Y cuando uno ejerza violencia sobre otro más débil en la pareja de homosexuales, ¿cómo la llamaremos? ¿homoviolencia, mariviolencia? ¿Y si son gitanos? ¿Hablaremos de violencia gitana? ¡Venga ya! La violencia no admite adjetivos sino grados hasta el terror. El hogar, el espacio cerrado donde se perdió el amor es un lugar similar a la cárcel, donde la violencia está asegurada, como en todo espacio cerrado. Que sea el hombre o la mujer el que llegue al extremo de matar es irrelevante. Que llegue al extremo o no, es cuestión de tiempo. En cuanto a la educación, ja. Se oculta que Suecia, cuyo nivel cultural es superior, tiene un índice de violencia también superior a cualquier país del Mediterráneo. No queda más que una salida: la represión de la violencia como siempre se hizo y en tal forma que no se pueda repetir el acto violento contra nadie. Pero... ¿hay legislación más benévola que la española para con los violentos? Lo escandaloso no se acompaña de medidas antiviolencia adecuadas. Callen los políticos; dejen de hablar de la escuela de la que no saben nada y dedíquense a trabajar (¡que a veces dan la impresión de vagos y maleantes!) en lo que deben: leyes adecuadas para una sociedad que deberían conocer. Y dejen de jorobar con el género porque «género» es una cuestión de gramática que nada tiene que ver con el sexo y la genitalidad.

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