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León

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LA POLÉMICA del centro cívico de Dehesas ha sido la previsible, por encima del énfasis que cada cual le haya puesto. Como siempre, basta con aplicar el sentido común: un centro cívico no puede llevar el nombre de una persona condenada recientemente por acoso, ni aunque él siga proclamando su inocencia, ni aunque lo pidan sus vecinos. Una sentencia marca la pauta. Con la solicitud se ha hecho más daño al interesado que bien, al remover las heridas. ¿Es que no se intuyó el escándalo provocado? Álvarez no debe ser demonizado, pero mucho menos elevado a los altares de la ejemplaridad pública, que es lo que hubiera supuesto un reconocimiento así.  El rencor siempre es malo, pero también la amnesia irresponsable. El ex alcalde tiene toda una vida por delante para hacerse merecedor de homenajes. Cuando haga grandes aportaciones a la sociedad habrá que reconocérselas, sin añadir a continuación que fue un acosador. Pero hoy su pasado reciente no es modélico. Ni condenas de por vida, ni banalización de una condena. Sí, basta con aplicar el sentido común, sin venganzas ni frivolizaciones.  Los errores del pasado no pueden ser un fardo eterno, pero el decoro también ha de tener sus propios ritmos. Ismael Álvarez es el único dueño de su futuro,  y tiene derecho a no ser estigmatizado para siempre. Pero hoy no le corresponden reconocimientos como el propuesto;  en su esfuerzo está que mañana lo estén. Y se ha ofendido innecesariamente a quien la justicia reconoció como víctima. Una sociedad debe saber perdonar, pero también premiar con rectitud.

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