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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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EL RELEVO en la presidencia de Repsol ha decepcionado a mucha gente; a la gente que quería ver la mano del Gobierno. Ese gabinete que hace presupuestos de izquierda, se alía con rojos y separatistas, arrincona a católicos y favorece a homosexuales, tenía que hacer una cosa más: mostrar su cara más intervencionista y mover las sillas en las empresas privadas. Y resulta que no. Resulta que a Alfonso Cortina le comunicó la voluntad de cambio el accionista principal de la compañía. Tremenda decepción. Claro que, después de conocer la historia, comienzan las preguntas: ¿por qué los accionistas no promovieron el cese cuando gobernaba el PP? ¿Por qué las ansias de cambio se desatan cuando mandan los socialistas? Son insondables misterios de los consejos de administración. El gobierno no interviene en las empresas privadas. La única que interviene es la ley de la gravedad. ¿Qué le pasó a Alfonso Cortina? Que estaba respaldado por Rato y Aznar. Pero Rato se fue a Washington, y Aznar a Faes. Cortina llamó al Gobierno actual a ver quién le apoyaba, y sólo encontró silencio. Y cayó. No hizo falta empujarlo. Cayó como la manzana de Newton: por la ley de la gravedad. El resto lo pone la casualidad. Por un curiosísimo designio del azar o del destino, que siempre se cumple, ni el cese del presidente de gran empresa privatizada, ni la persona llamada a sucederle, suelen disgustar al poder político. Para ello no hacen falta grandes maniobras, ni que el nombrado sea votante del PSOE, ni que se presente en Ferraz con el carné en la boca. Basta también con la ley de la gravedad. Rafael Termes definía así el funcionamiento de esa ley, al menos en las relaciones con la Banca: «Ellos (los gobernantes) tienen el Boletín Oficial del Estado, a nosotros nos dejan la resignación». De acuerdo con esta tesis, ¿quiénes son los presidentes que se ven como la manzana de Newton? No son Botín, ni Isidoro Alvarez, ni Amancio Ortega. Son aquellos que aparecieron en el árbol, pero no eran frutos nacidos allí. Quizá tampoco fueron puestos directamente por el gobierno anterior, sino elegidos por los accionistas. Pero gozaban del apoyo del equipo Aznar y, en algún caso, la casualidad, siempre la puñetera casualidad, hacía que apariencias de amistad se unieran a su gran valía profesional. Por tanto, la coincidencia del poder político y el económico existirá mientras esté vigente la única norma que no cambia con las elecciones: la ley de la gravedad. Lo intrigante es que, cuando se miran los consejos de administración de las empresas que andan en el rumor, siempre aparecen los mismos accionistas. Desde luego, casi siempre la Caixa y el BBVA. Parecen los únicos que están por encima de esa ley.

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