LA VELETA
Papeletas «mariposa»
AHORA sólo queda esperar para ver si las papeletas «mariposa» de La Florida juegan una mala pasada a la pureza democrática. El escenario en donde Bush y Kerry van a dirimir el duelo que nos implicará a todos, a nuestras vidas, en los próximos cuatro años, no tiene garantías democráticas, en opinión de Jimmy Carter, patrono de la Fundación Carter que se dedica a repartir patentes de credibilidad democrática por todo el mundo y no tiene forma de hacerlo en su casa. Siempre que se critica algún aspecto de la política y de la sociedad norteamericana surge un intelectual que interpreta que esa actitud corresponde a un infantilismo izquierdista no superado; estos analistas apenas encuentran espacio para explicar la dialéctica perversa en la que navega la sociedad tecnológicamente más avanzada que puede compatibilizarse con unos comportamientos ancestrales. En Estados Unidos se aprueba un acta patriótica que restringe los derechos civiles, te hacen descalzar en los aeropuertos donde te toman fotos, huellas digitales y se ponen histéricos ante cualquier simbolismo árabe. Pero después de atravesar la garita de inmigración, casi cualquiera puede comprar un rifle automático de asalto entregando su tarjeta de crédito. Todo en nombre del espíritu de los fundadores, que también permite que sigan instaladas las maquinas de votación de La Florida y la existencia de más de una docena de sistemas de votación en diversos estados que impiden una homologación de las garantías democráticas para la elección del hombre más poderoso de la tierra. Esa dualidad entre modernidad y primitivismo permite que en el territorio de los Estados Unidos jueguen con enorme comodidad fundamentalismos religiosos, integrismos políticos y prácticas reaccionarias de todas las estirpes en un territorio que les permite ejercer un control sobre la humanidad que se representa en las imágenes de las torturas de las cárceles iraquíes, en la existencia del presidio ilegal de Guantánamo y en el uso unilateral de la fuerza como si el mudo fuera nada más que una aldea del viejo oeste. Todos los periódicos españoles, incluso los más conservadores, han publicado artículos y reportajes sobre la probabilidad de que se reproduzcan algunas de las irregularidades que permitieron a George W. Bush alcanzar la presidencia en el año 2.000. Miles de abogados de los dos partidos afilan sus libros de derecho para hacer frente a la noche electoral. Todo el mundo desconfía de su sistema, pero nadie plantea algo tan sencillo como su modernización, como si ese país no se imaginase la vida sin la sombra atávica de las papeletas «mariposa» del Estado de La Florida.