Diario de León
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PEDRO CALVO
León

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SE HA hablado en esta campaña de las dos Américas, lo mismo que aquí se estuvo hablando, y se continúa hablando, de las dos Españas, mucho tiempo después de haber creído todos que tales conceptos dicotómicos se habían superado tiempo atrás. Yo debo confesar que figuraba entre los miles o millones de españoles que habían creído en esa superación desde los tiempos transicionales y que en los últimos años nos hemos tenido que volver atrás, a la vista de la resurrección o del despertar de una de las dos Españas, que nos ha helado -congelado, diría yo- el corazón durante esa etapa que feneció el 14-M. Pues eso es exactamente lo que les debe de haber ocurrido a los norteamericanos en este fatídico cuatrienio de la presidencia de George W. Bush, un tiempo en el que hemos retrocedido décadas en el terreno de las libertades, del progreso y del entendimiento entre los pueblos. Veo un claro paralelismo entre estas horas previas al conocimiento de los resultados en USA y aquellas otras horas del 14 de marzo en España: horas de terrible incertidumbre, de esperanza, pero también de pavor por si las cosas se torcían. Lo de aquí y lo de allí no es un choque de civilizaciones, pero es un choque de trenes entre dos concepciones muy claras del mundo, de la política, de la libertad y de la convivencia. Una concepción basada en el respeto profundo a la libertad, a la diversidad, a la verdad y al derecho a la libre expresión y decisión en torno al futuro individual y colectivo. Y otra concepción fundamentada en el culto y la sumisión a los poderosos de dentro y de fuera del país, en el pensamiento único impuesto por una persona o una oligarquía.

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