DESDE LA CORTE
La mejor noticia
LA BANDA terrorista ETA no es ni sombra de lo que fue. La carta de seis de sus militantes históricos, que asumen otro centenar de sus presos, puede ser entendida como una rendición. Por lo menos, como una confesión de derrota de sus procedimientos. Hoy, esos hombres, autores de muchos asesinatos, están más cerca de llevar su lucha a las instituciones que de animar a los comandos a seguir matando. El diagnóstico que han escrito es, felizmente, el que esperamos desde hace treinta años: «Nunca en la historia de esta organización nos hemos encontrado tan mal». A partir de esa frase, se pueden hacer muchas consideraciones. La primera es certificar que, efectivamente, ETA está herida. Y más, si se tiene presente el calendario. Ese texto ha sido escrito en agosto; es decir, cuando todavía no se había producido la redada de Francia ni el goteo de detenciones que se están produciendo ahora mismo. Si la debilidad de la banda era grande en esas fechas, hoy es mucho mayor. La segunda es política. Estamos ante la cosecha de lo que el gobierno Aznar ha sembrado: la convicción de que la única forma de combatir al terrorismo es cercándolo, cerrando sus grifos legales, sociales y económicos. No existe negociación ni esperanza de hacerla. A la violencia se la combate con medidas policiales y el peso de las leyes. Y ha funcionado. A Aznar se le puede y debe reprochar intransigencia ante los nacionalismos democráticos, pero hay que reconocerle el acierto en la forma de entender la lucha contra el terrorismo. Hechas esas anotaciones, viene la gran pregunta: ¿qué efectos prácticos puede tener ese escrito? ¿Será atendido por la nueva dirección etarra? No es probable. Estas reflexiones, surgidas en las cárceles, no suelen ser escuchadas por quienes permanecen en la lucha armada. Estos se mueven por otros estímulos. Son visionarios que se consideran depositarios de un legado de venganza histórica. No hacen razonamientos de lógica, sino de mística. Y siempre esperan que alguna circunstancia o una imprevista debilidad del Estado termine por consagrarlos como héroes de la liberación de «su» pueblo. Tomemos la carta, pues, con todas las precauciones. No despreciemos la sospecha de quien ve en su texto una pura maniobra. Contengamos, como cada vez que se produce una noticia de este tipo, los entusiasmos y las alegrías. Pero quedémonos con el diagnóstico de la debilidad. Pensemos que la dirección de la banda ahora tiene, al menos, un motivo de reflexión. Y digamos a quienes piensan -con otros fines, como el presidente de los socialistas vascos, señor Eguiguren- que ha llegado el momento de cambiar la estrategia ante ETA. No, señor. Nadie cambia la estrategia cuando se está ganando.