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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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HABITAMOS un país curioso donde aún hay pasos a nivel, donde por estos días se venden unos dulces llamados huesos de santo, que es mezclar la hagiografía con el canibalismo, y donde el señor Trillo sigue ocupando su cargo. No digo que sea la nación más rara del mundo porque no las conozco a todas, pero sí que no podemos quejarnos en cuanto a extravagancia. Ahora nos aseguran que una abrumadora mayoría de españoles se muestra contraria a que Zapatero indulte a Vera. ¿Han hecho números? ¿Es verdad que sólo unos cuantos son partidarios de la condena, ya que la malversación fue «excesiva» y no la habitual, o sea, la que se considera lícita? Hay opiniones para todos los disgustos. Alfonso Guerra, que es el mejor prosista de los políticos profesionales de las últimas décadas, defiende fervorosamente el perdón. No puede decirse que exagere en cuanto a la hipocresía que supone que aquellos jueces y fiscales que recibieron fondos de los gastos reservados, además de guardar el dinero, guarden silencio. ¿Cómo hacer justicia sin hacer añicos otras cosas? No es cuestión de someter a un referéndum el llamado «caso Vera». Hay que buscar un callejón con salida. Entre los consejos que dio don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula le dice: «No cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo». La vara de la justicia se ha tronchado mucho en los últimos tiempos, pero si hacemos caso al hidalgo no debe doblarse «en pos de la dádiva, sino con el de la misericordia». El deseable desenlace del mayúsculo enredo debe ser rápido. No sea que nos pasemos la vida hablando de lo mismo y poniendo ventiladores junto a la mierda. Todos sabemos que eso que llaman razón de Estado no siempre es razonable y que entre los servidores de la ley se han reclutado siempre algunos millonarios. Son los buzos de las letrinas y trabajan a grandes profundidades. A veces sin escafandra.

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