SOMOS LEGIÓN
De nuevo en sus manos
ASEGURAN que Bush se va a la cama a las 21.30 horas y apaga la luz una hora más tarde. A las cinco de la mañana abre los ojos, se levanta, desayuna, lee los periódicos y llega a su despacho a las 6.45. Puntual, pulcro y austero, el hombre que no duda, mitad monje del císter mitad vaquero impasible, comienza pronto a dirigir el mundo con ese aplomo que sólo les es otorgado a los elegidos. Él es, primero, un verdadero tejano, crecido en Midland, justo en medio de la provincia convertida en el centro del planeta: ¿qué puede haber de interés tras sus muros? Cuando George, y su esposa Laura, haciendo un extraordinario, montan la barbacoa en casa de algún amigo tejano, el universo se concentra en la brasa y allí brilla el misterio y la esencia de la terca y escueta ideología (tan rentable por otra parte): el famoso combate del bien y del mal. Mano en el corazón y mirada hacia lo alto, el predicador aguerrido, doctorado en derechas religiosas, da de nuevo las gracias al ser supremo por haber sido escogido para difundir el don de la libertad por todo el mundo. Y por haberle sido concedido el temple necesario para enviar, sin pestañear, al sacrificio a los cruzados del siglo XXI: puritita carne de cañón que, como desde que el mundo es mundo, se encontró un día entre la disyuntiva del alistamiento o de la más cruel indigencia. De nuevo estamos en manos del arrepentido que un día decidió dejar de beber alcohol por el bien del mundo. Y enfrente, Bin, el tataranieto de Almanzor, el gran rezador, el gran derribador de torres. Y entrambos la gente normal... buscando el refugio.